Navego en lentas y oscuras aguas,
abrumado de soledad y sinsentido, pero me salva que tú eres la única dueña de
ese cántaro secreto, de mis laberintos, y lo sabes, solo tú has llegado a esas
profundidades. Y no es un cántaro, es una tinaja, de aguas estancadas,
pútridas, acumuladas por años de lluvias ciegas, llena de salamandras y
renacuajos, de pequeñas lampalaguas y larvas de zancudos y de libélulas, solo
quien sabe de hechizos puede beberla sin envenenarse la sangre con esas miasmas
de desolaciones. Son aguas de otras lluvias, las ciegas, mezcla del líquido
amniótico de mi madre, de salivas vertidas en besos sin amor, orines de hembras
olvidadas, flujos vaginales que lubricaron coitos inútiles, o que bebí como
naufrago inmerso en el mar triste de mis soledades, sudores con la sal sin
cristalizar de noches de carnes ávidas o perversiones desabridas. Tinaja,
cántaro, copa, el santo grial de otro varón de dolores, de eso eres dueña. Y
eso me salva.
2010
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