Mi mano en tu muslo en larga
caricia derramada de ingle a rodilla y viceversa las yemas de mis dedos rozando
esa piel de perversa lisura. Mis labios en tus labios besando, abarcando la
totalidad de tu boca, mi lengua entrabada en la tuya en una enredada cópula de
caracoles desesperados. Mi dedo en tu clítoris dibujando los círculos del goce
que te estremece en un vértigo sometida. Mi boca en tu pubis navegando entre
oscuras algas ralas, husmeando el aroma inconfundible de tu sexo. Mi mano en tu
vulva arrastrándote cautiva al borde del abismo del orgasmo incontenible. Tu
mano en mi vientre en tierna caricia rotando de ombligo a ingles y de vuelta
las yemas de tus dedos rozando esa tierna piel del prepucio. Tus labios en mis
labios besando, abarcando la totalidad de mi boca, tu lengua entrabada en la
mía en una enredada cópula de caracoles desesperados. Tu dedo en mi príapo
dibujando las espirales del goce que me estremece en un vértigo sometido. Tu
boca en mi glande succionando sobre blanquinegras algas ralas, devorando la
erección inevitable de mi sexo. Tu mano en mi verga arrastrándome cautivo al
borde del abismo de la eyaculación incontenible. Afuera, desde la altura, las imaginarias
luces de los barcos imaginarios, la negrura de un inexistente mar anochecido,
el barrio del río indígena y las antiguas meretrices, las campanas tocando a
rebato, las calles esperando la lluvia sin saber que era una argucia mentirosa
de nuestros cuerpos que se buscaban en los entresijos irreales de sus íntimas
soledades.
jueves, 9 de abril de 2015
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