sábado, 25 de abril de 2015

LA OTREDAD DE LOS ESPEJOS


La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”, alternando la perspectiva propia con la ajena.

Las miro las veo las observo las gozo en toda su mórbida hermosura, su comba piel suave, sus pezones, las siento mías, poseídas, turgentes, y desespero por besarlas, mamarlas, sentirlas en mis manos y mi boca, en mis labios, por hacerlas sentir la lamidas caricias de mi boca, por dormir toda una noche con mi rostro hundido entre ellas, sofocado y feliz, excitado y extasiado. La incandescencia secreta del bosque, su incitación fálica, el rugido del macho en celo husmeando a la hembra, sumido en las poderosas visiones de los antiguos paisajes de Tetuán, sus dunas de arenas cimbreantes, los brevísimos promontorios surgentes, la oscuras monedas, el valle dormido entre las tersas alturas. Mi lengua recorriéndolas en círculos concéntricos, en un sube y baja ensalivado, chuparlas, morderlas, lamerlas, mi saliva como una lava escurriendo por sus cumbres, mi miembro se instala en medio de ellas subiendo y bajando por sus tibias tersuras como su fierro candente surcando su canalillo, duro, sensible, erecto, llenándolas bañándolas derramando en ella mi semen como antes mi saliva, mi verga destilando su caliente y denso licor para dejar su piel cubierta con mi leche sexual. La carnal algarabía que fluye por dentro y el soborno del goce manual, la mano, el sobe, la deleitación masturbatoria en la rigidez del hierro vertido y la posterior laxitud del desmembramiento. Y tú saboreando ese néctar sobre tu piel, sintiendo esas gotas de fuego vivo quemándote escurriendo por tus poros, incendiándolos. La consistencia voluptuosa de la piel en la palma, los dedos aferrados, el escarceo entre cómplices vegetaciones y el agitado frote prepucial, la brillante turgencia del glande, su intenso rosado enrojecido, el eyaculatorio éxtasis encegante y final. Besarte entera, todo tu cuerpo entero, lamerte poseerte penetrarte jinetearte con la locura de un endemoniado macho en tu espesura. Lánguido, untuoso, con esa humedad sudorosa y genital de los lácteos batidos de la cópula, un aroma de lascivo cuerpo extenuado, humeante perfume de orines o axilas, del olor que surge de los calenturientos pliegues de la piel exudada, un vapor caliente como el lúbrico hervor del sexo saciado con su tufo de esperma y viriles estertores.


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