“Como un espejo a tú lograrlo”. A.M.C.M
Duros cristales azogados por los arcanos
e íntimos instintos, metáforas de lo innombrable, de la pequeña realidad o la
natural decadencia, imagos de lo que no es y debería serlo, de lo que gustaría
por sobre de lo que es, reflejos gratamente deformados, visuales sublimaciones
del atrevimiento negado, erguidas cobardías, succiones imposibles, rotas
presunciones y vedada jaula de voraces demonios insaciables. Vidrios que
repiten equivocados, que calcan aumentando más allá de la mera aspiración o la
nítida ilusión, tensas refracciones imponentes, atrevidos reverberos de fálicas
imaginaciones, egregios rebotes codificados hasta intraducibles alegorías de
ese túmulo oculto en las cloacas del pervertido deseo. Controladas locuras o secretas estimulaciones tentativas.
Imágenes del bosquejo anhelado, de las torturas del enclaustrado o de las
oscuridades del armario que guarda ancestrales ritos castigados por el fuego y
la sal. Símbolos de lo no poseído, ficciones de ilusorias carnes encarnadas,
tropos, gozosas comparaciones insensatas o sublimes, representaciones del no ser
y sus duras consecuencias. Sacrilegios que son tributos a los excesos, pecados
nonatos, memorias borradas y a la vez premoniciones de un acto que nunca se
consuma, rectangulares lunas sin rostros que buscan el rostro del cautivo,
enmascarado, extasiado. Ídolos, efigies obelísticas que inspiraron antiguas
esquelas escritas para la que enredó al redimido, al liberado y al fin
comprendido. Literaturas, espejismos del énfasis y la elipsis, del habitante
encarcelado en la confusión, en su propio enigma priápico, bifurcación entre la
posesión y la utilización, uso y abuso, deleite, vergüenza o dolor, goces
inalcanzables, quizá. Colecciones, licuaciones, obliteraciones, sensaciones,
elevaciones, tentaciones. Nada más que espejos, solo eso, espejos que no
reflejan la breve realidad.
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