Hurgo por entre tus muslos exhibidos con
afán de calentura, deshago tus remilgos de beata malhumorada, te dejo florecer
en tu sexualidad emparedada haciendo como que no miro, te quiebro los pudores para
que no te acosen los arrepentimientos y sigas jugando los juegos de desborde y
las lúdicas locuras, te ultrajo los recatos de púdica dama medieval y te dejo
soñando en una violación inminente. Tus muslos bajo ese sedoso azul violeta,
como en una fantasía surrealista, como estremecidos por un relámpago, y el
borde negro de enagua edípica con su festoneado encaje, y las reminiscencias de
antiguo voyerista que acuden a la miel de tus piernas desnudas. Cinco veces
revive el deseo de acariciar esas carnes de ingle a tobillo, de lamer las
rodillas y sobar las suavidades que acceden a la fuente apretadita del goce que
estruja y hacer verter la liquida densidad del macho estremecido. La vigencia
de la tentación de ir a por tu sexo aunque en el después se desaten tus
incomprensibles tormentas de mujer mantis, de araña carnívora, de serpiente
ponzoñosa, y te encierres en tus repulsiones instintivas, y dejes que el
silencio indague por tus iras de doncella abusada humillada violada. Y
disfrutas la sensación de saberte deseada, e imaginas una mano frotando un
príapo endurecido en honor a tus piernas extendidas sobre el lecho, y sabes que
unos ojos ávidos buscan entre esas mórbidas suculencias los invisibles vellos
de tu pubis con el loco delirio de una fiera perturbada. Lo sabes y lo gozas
sonriendo, porque como has dicho: “Las pajas son gratis”.
viernes, 15 de abril de 2016
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