“Se prendió a la
teta muy lindo suave bien suave, sabes como salía el pezón volando”. Susymabe
Tus rubias guedejas
caen turbulentas y desordenadas sobre tus mórbidos hombros de tibio mármol
carnal, tu mano sobre el corazón como en un juramento de lujurias prometidas y
goces visuales para deleite y excitación del macho en pene erecto que te mira
absorto de tu provocativa desnudez, y más abajo la comba tersa de tu pancita de
hembra madura, mullida almohada donde reposar la cabeza oliendo tus íntimos
aromas. La exuberancia de tu imponente tetamenta, ampulosa y exquisita,
soberana en su tibia lisura que otras bocas recordarán para siempre, ese seno
que tu mano sujeta para exponerlo con sensual desparpajo, y que culmina en esa
amplia areola y ese protuberante pezón donde me sueño aferrado mamando con un
pervertido bebé, tu pálida piel con su suavidad impura e inquietante, blanca
palidez de magnolia, de duna iluminada por la luna, de tenue rosado piel de
rosa monumental. Tu rostro entre serio y juguetón, tus ojos pícaros tras los
cristales, la leve sonrisa en tus labios como sabiendo que el que te mire se
excitará y te hará los honores de una durísima erección o una buena frotada
sobre el pantalón o una deliciosa masturbación que culminará en densos chorros
de caliente semen derramado por ti. Y me imagino inmerso en el rito salvaje de
una chupandina voraz, como en la otra ceremonia excitante de verte matear. Y me
quedo con el eco lascivo de tus palabras: “hasta que terminó volando, me
enchastró las tetas por que yo le dije: échala acá que esta recaliente tu
lechita”, y me sueño allí mismo repitiendo hasta el infinito esos mismos
masturbatorios chijetes en tus pechos.
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