Ya no insistiré en volver a ver tu íntimo reflejo
en la intimidad de tu espejo, en desearte en carne viva y palpitante allí entre
el cristal y el azogue, o en esperar esa cita imposible una tarde de otoño que
reviviera antiguas penumbras de besos ansiosos, del “tuto” y de mi edípicas caricias
en tus pechos inolvidables. No perseveraré en seguir soñando tus tibiezas y tus
ternuras, tu femenina dulzura y la tenue delicadeza de tu presencia, me rendiré
a la evidencia; no existes más que en mi eróticas ensoñaciones y en la memoria
inevitable que esas pocas tardes. No volveré a buscar tu voz por los
escondrijos del bosque, tu dulce voz de dama inaccesible, de ardiente pero
tímida hembra que esconde pudorosa sus ilusorias lujurias y sus fantasías
prohibidas. No recorreré una y otra vez tu camino sin salida, porque sé que lo
que deseas en la puerta del sueño se te olvida o se borra o lo desechas con el
primer frío albor de la madrugada, porque lo que arde en tu cuerpo en tu
insomnio lo diluyes en las rutinas mañaneras, y ya hacia la tarde navegas en el
mismo cauce vacío que te lleva a tu lecho sin mirarte en aquel espejo. Dejaré
de vagar por el laberinto de tu voluntad buscando el lugar y la hora donde
volver a poseerte, a encopar tus senos, succionar tus pezones, lamer tu sexo bajo
el “tuto” y penetrarte con la devoción del macho que al fin recobra las sublimes
sensaciones de recorrer los paraísos perdidos. Ya lo sabes, no insistiré en
poseer tu íntimo reflejo en la íntima perspectiva de tu espejo, no hasta que te
fugues de tu asfixiante realidad y vengas a mis brazos liberada del castigo de no
ser tú misma.
sábado, 9 de abril de 2016
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