Aquí cavilo bajo tu sombra de hechicera en
ausencia por el borde del río en el boscaje, tu sombra tibia, el río lento, los
bosques en sus verdes distintos y sus sombras. Por el borde del río, arriba en
lo alto de la orilla, en la cabaña, tú y tus sombras de silencio, temblando
desnuda de pudor a mi lado y yo sin tocarte, como si no estuvieras ausente y en
silencio, tu voz como el murmullo de las aguas allá abajo. Busqué el ángulo de
tus ojos y eras sombra, la roja ribera de tus labios y eras ausencia, el roce
imperceptible de tu piel y eras silencio. Estaba tu nombre escrito por las
gaviotas en las grises arenas de la desembocadura aun sin borrar por la lenta
corriente del río que bajaba lento como un espejo, estaba tu pelo en los ensortijados
follajes, estaba tu cuerpo en la sinuosidad fluvial que surcaba rauda la proa
dejando la estela como una sensible y desesperada caricia de navegante
extraviado, pero no estaban tus mejillas ruborizadas por el desvelo del amor
cuando se acercaba la noche atravesada por las últimos giros del crepúsculo. Y
fuiste infiel a tu pasado vigente en la oquedad sugerente de mis palabras,
pecaste de tímida lujuria, desecha o fragmentada en la tibieza ansiosa de las
leñas en ascuas de mi lecho. Con el primer albor de la madrugada fuiste siendo
otra vez sombras, ausencia, silencio, te alejaste de mis manos con la
solemnidad de una dolorosa estatua transfigurada por los púrpuras de un impuro
poniente. Exploré tu persistencia feroz en los juncos y los pajonales del
sueño, no estabas allí porque ya eras sombra, ausencia, silencio.
Río Llico, 24-29 marzo de 2016.
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