domingo, 3 de abril de 2016

BESOS SALVAJES


“Sé que me harías rendir, con solo llegar a tocarte ya estaría rindiendo... ah!”. Anónimo Atrapado.

Besos mañaneros que hacen florecer el día imaginando las bocas que se tocan y se atrapan, besos nocturnos de lenguas juguetonas y succionadas, de labios ensalivados que abarcan otros labios ensalivados, que muerden tiernamente, besos salvajes, ansiosos y desesperados, humedades premonitorias de caricias más profundas, de estremecimientos y gemidos, de una loca trabazón de dos cuerpos ebrios de deseos buscándose en la blanda oscuridad del lecho. Besos crepusculares, tiernos ósculos que brotan entre las siluetas abrazadas en un parque en un atardecer imposible, susurros con promesas de sueños que no habrán de cumplirse pero que hacen destellar los mojados labios por los rubores del cómplice poniente que observa silencioso e imponente los primeros escarceos de la manos ávidas acariciando bajo la falda y las otras manos rozando tímidas la escondida virilidad latiendo en su cercado territorio. Plenitud de besos entre románticos y eróticos, atrapados en ese espacio inquietante que existe entre el amor y el sexo, con deseos, excitación y ternuras, todo a la vez bajo el plenilunio que se esconde en los follajes, o inmersos en la lujuriosa tentativa de carnal inmortalidad. Ella cada vez mas atrevida, él con el mismo temor por sus antiguas furias si cruza algún límite (que aun no conoce), ambos concientes de sus limitaciones aprendiendo juntos muy juntos las mañas para sobrepasarlas, los recovecos por donde los besos dejan las bocas para ir a navegarse por los cuerpos desnudos, donde los labios asumen una impune y desatada sexualidad y beben los jugos del pecado y saborean la carne tibia y palpitante que se vuelca en el estertor del orgasmo y se vierte en la rebosada eyaculación. Eso.


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