Para B. G.
Ahí semidesnuda eres hembra jugando en
medio del coqueto desorden de tus sensuales ropajes y colores, jugando a hacer
posible lo imposible, a explorar otros signos de tu perfecta feminidad, jugando
a sentirte mariposa abierta, flor profunda o joya invisible. Ahí esparcidas
están las bragas de reina sospechosa, los falsarios brassieres tentadores, los
jeans y las faldas, las medias y las blusas, tus vestiduras de herética
esfinge, tus galas de dama que se sueña princesa encantada en un territorio
prohibido. Entre los rojos pasionales, los dulces anaranjados, el blanco de lo
alto y los cálidos amarillos, entre muros y cortinajes, junto al lecho donde
habrás pecado de deliciosas y penetrantes sodomías, donde habrás consumado tus
sueños de pervertidas lujurias de mujer esplendorosa, allí entre las sábanas
deshechas que aun guardan tu femenino perfume y el lúbrico aroma de tu sudor de
hembra paladeada, poseída, penetrada. Ahí las delicias de tus hombros y tus
nalgas, de tus provocativas piernas enfundadas en las negras redes de sutiles
arabescos, tus pálidos muslos y el surco del confuso placer. Ahí te reflejas en
el espejo voyerista como inquietante mujer secreta, flor en su capullo, sirena
de los turbios océanos del vicio, te escondes quizá avergonzada en el suave y
largo oleaje de miel de tu pelo, te dejas observar como un ángel encadenado a
una corporalidad equivocada. Ahí con tus tacos aguja y tu pose de ninfa
sorprendida, hueles a semen a besos a saliva vertidos en tu piel en la
confusión de la atávica cópula equívoca, te sabes sensual e inquietante,
poseedora de los dones del sexo y de la ambigua seducción. Ahí semidesnuda eres
una silenciosa hembra que se sueña.
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