viernes, 8 de abril de 2016

MALDITO


Ese maldito que llegó a última hora a quitarme lo poco que era mío, te puede lamer la piel hasta el hartazgo, estar vivito y coleando entre tus manos, acurrucarse a tu lado ahí en tu lecho imposible, quedarse quietecito entre tus pechos, dejar que lo beses o lo arrulles, puede andar por tu alrededor contoneándose y mostrando su sexualidad con absoluto desparpajo, puede oler tu ensortijado perfume, oler tus tobillos y tus pantorrillas, quedarse de inocente e inofensivo mirón mientras te desnudas o te vistes, o quizá hasta cuando te duchas y el corretea por ahí haciéndose el monito gracioso, mirará bajo tu falda inmune a las furias de tus inhibiciones, pequeño como es se da maña para perecerte inofensivo, tierno, monono, aunque bajo esa piel no de oveja sea un pérfido reptil ponzoñoso. Tampoco me calienta, dices, pero en el tiempo largo la cercanísima convivencia construirá el puente y despertará la tentación, aunque desde este lejos mi voz te siga susurrando al oído mientras miro solitario al atardecer tu rosa debida, seré apenas rara silueta a la sombra del olvido. Y tú te lo comes a besos ambiguos entre rufián y fiera, y el lengüetea impune tu rostro que también era mío, y tus manos lo elevan al séptimo cielo, y te ronda por la noche en el patio mirando las estrellas, y tú lo piensas entumido, y así, noche por noche, día a día, va ocupando sin que te des cuenta mi lugar en tus sueños. Tendré que aprender su idioma primitivo y animal, a mirarte con ojitos de huacho, a parecer siempre humillado o payaso, a aullar a la luna haciéndome el macho solo, y a acosarte por donde andes como un amoroso y manso lobo de peluche.


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