De la ingle al aductor suavecito, como
caricia leve o masaje sanador, con la yema de los dedos deslizándose lentas por
la carne trémula, dejando un hilo de tibieza concentrada, de inquietantes
estímulos sobre la piel sensibilizada, en los pliegues de tu carne deseada, en la
cercanía de tu sexo oloroso a provocación, incitación, invitación o entrega. Lo
sugerido y lo imaginado, tu sabor ahí incrustado, mi lengua lamiendo la cisura
entre tu muslo y tu pubis, el fuego y el intento, ahí en la ingle huelo el
aroma de hembra atrevida que se esparce como un vaho excitante, libidinoso,
como un aire que sofoca y atrapa en su voracidad sexual. Y entonces como un
traicionero depredador que ya tiene a su presa en sus garras, dejo mi lengua
atrapada en el vicio de lamer tu rosa hendiéndola bajo el murmullo del goce, mi
lengua atrapada en el vicio de lamer tu delicado dulce rosado molusco abarcándolo
bajo el murmullo del goce, mi lengua atrapada en el vicio de lamer tu carnal
corola de abiertos pétalos separados abarcándola bajo el murmullo del goce, mi
lengua atrapada en el vicio de lamer tu lanceolada corola carnal abarcándola
bajo el murmullo del goce, mi lengua atrapada en el vicio de lamer tu rosado
gladiolo carnal abarcándolo bajo el murmullo del goce, mi lengua de pervertido
sátiro escurriendo húmeda y caliente de la ingle al aductor, lenta y
perturbadora, como un caracol depravado en una cópula surcante. Y me quedo ahí
en ti en medio de la noche que se viene fría, soñando tus tibiezas acurrucadito
para darle celos al maldito pichitin del quincho.
lunes, 11 de abril de 2016
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