Por vos consentido me
voy contorneando el negro que contornea la pálida fulgurancia carnal de tu
cuerpo, bajo por los breteles a tu escote exultante que muestra con exquisito y
no sutil descaro el contraste de tu piel habituada a la cálida caricia del sol
que envidio y los claros fragmentos de tu piel virginal, allí habito los
instantes de un sueño entre tus mórbidos senos mullidos, o rozo la morena
lisura de tus hombros por donde resbala en deleite la vista hacia la túrgida
tersura de tus brazos cruzando por los hoyuelos de los codos hasta tus manos
con sus metales circulares y sus coloradas uñas que rasgan la superficie
fluctuante de mis deseos, o vago solemne y sátiro por tus muslos exuberantes
con sus deliciosas sinuosidades a la luz y a mis ojos cautivos, exploro con
ardiente vehemencia las suaves larguras de tus piernas, la provocativa osatura tus
pies y los breves rojos de la uñas de cada uno de su coquetos dedos. Así te
observo, impuro y pecador, imaginando obscenas fantasías de ángeles libertinos
que copulan desnudos en los bosques sin miedo al infierno mientras tú
permaneces sentada como una vestal del secreto templo de las lujurias sobre el
blanco impoluto de la tumbona que se alimenta clandestina y feliz de la tibia
sensación de tu lúbrico peso corporal. Escondido y tímido acaricio la sombra
que proyectas a tu espalda sobre las paralelas blancas y tenue azul, solo el
negro bañador separa las dunas y valles de tus impúdicos territorios de mi
vicioso voyerismo, me quedas debiendo el color misterioso de tus ojos
escondidos detrás de las oscuras gafas y la blandura pérfida de la comba de tu
pubis que escondes pudorosa en tu entrepiernas. Pero siempre vuelvo al oscuro e
intenso rosado perlescente de tus labios y a la
rubia miel de tus cabellos perfumados para seguir soñándote por mi
solitaria noche donde sé que ya no te veré.
miércoles, 7 de septiembre de 2016
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