Para LHSA
Me sorprendo espiando
y deseando las ampulosas suculencias de tus pechos sometido al abierto e
insinuante descaro del escote, queriendo ser la solitaria perla en tu cuello a
punto del suicidio ahí en lo alto del delicioso acantilado de tu excitante canalillo
y rodar ebrio de tu piel por ese tibio abismo carnal, por las tiernas blanduras
de esas dunas de suaves arenas bamboleantes, describiendo los arcos que tienden
tus pechos maduros, soñando perpetrar en ellos el último pecado de la carne
antes de irme a vagar por el infierno y seguir buscándolos allá en sus
babilónicos tugurios. Hasta donde, me pregunto curioso, llegará el soberbio
tajo de tu escote, profundizará, me imagino excitado, por tu estomago cruzando
el pequeño cuenco de tu ombligo, seguirá por tu vientre palpitante hasta la
lasciva comba de tu pubis bajando (quizá entre la espesura) por el surco
oloroso y húmedo de tu flor abierta a mis delirios, descenderá por la mórbida
consistencia de tus muslos, por las duras monedas de tus rodillas, por las
curvas tentadoras de tus pantorrillas para ir a saciarse de sexual fetichismo
en la osatura estremecedora de tus pies. Ah! como quisiera abrir aun más tu
colorida blusa de verdes violetas blancos y negros y acceder a la plena
pomposidad de tu busto para despertar por sorpresa tus pezones prohibidos a
punta de lentos besos ensalivados y hundirme en tu opulenta tetamenta como un náufrago
desesperado que delira entre la sed de succionar con lujuria tus senos y el hambre
de morderlos hasta que grites en medio de la misteriosa, ambigua y libidinosa
sensación que mi boca te provoque.
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