Para TM, con asombro
“Decir que son
lascivas las niñas de Balthus sería ciertamente impropio, porque la lascivia se
esconde en la mirada que las contempla antes que en los cuerpos contemplados”. El
Vuelo de la Madrugada, Sérgio Sant’Anna, 2016.
Contaría los puntos
uno por uno con lentitud sibarita, rozaría con sutil levedad el nylon que los
contiene, los sumaría una y otra vez para seguir contándolos todas las horas
posibles, pintaría cada rojo siguiendo las sensuales sinuosidades de tu cuerpo y
después dibujaría embrujado el otro rojo mas intenso, el de tu boquita pintada,
dejaría que todo el negro fuera una sola noche para oler en ella tu perfume, me
dormiría extasiado en tu elegancia para soñarme en tu inquietante cercanía y
naufragar en la pálida circunstancia de tu piel, en el aroma de la miel de tu
pelo y en tu tibia y deliciosa madurez. Buscaría las nuevas constelaciones del
deseo en la miríada de negras estrellas que se esparcen titilando en tus
piernas, en tus rodillas, en tus muslos, subiría como un astrónomo desquiciado
desde la correa que cruza tu pie hasta la excitante negrura del encaje de tu
vestido antes de incinerarme en su roja filigrana, imaginaría el sonido estelar
del frufrú que vas dejando cuando caminas y su eco quedaría retumbando en la
oscura profundidad de mis instintos como la misteriosa cadencia de un susurro pecaminoso
que invoca los demonios del insomnio con tu imagen sentada en un negro sillón
con tus hermosas piernas cruzadas. Deslizaría mis breves besos por el contorno
de tu boca roja para que sepas lo que es un beso macho alucinado, y mis manos
por las ondulaciones de tus caderas para sentir la hembra que será desde ahora
la esfinge instaurada en los últimos delirios del soñador que contaba provocativos
puntos uno a uno a lo largo y alto de tus piernas para soñar que oía tus íntimos
suspiros.
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