lunes, 19 de septiembre de 2016

LA DESEADA DESERTORA


(Me sentía súper olvidada, reemplazada, postergada...) GV.

Te escudas en los años que hacen en ti la dulce vendimia del deseo, dejas suceder las noches soñando los erotismos que no te atreves a vivir en los días de tu estío, huyes de ti misma como una ninfa virginal que sabe que el pervertido sátiro que la espera la seguirá esperando con su miembro erecto y sus manos abiertas, niegas la intensidad de toda lujuria que brota de los escombros y las ruinas, ardes sin llamas en la intimidad de tu lecho desierto, aunque las brasas de tus ansias de ser poseída hasta el orgasmo fulguran inevitables en la sombras del insomnio, se elevan tus pezones con el roce de las sábanas como si fueran asediados por los labios machos del fauno que te acecha en los espejo y en las lúbricas tardes del verano, contienes la obscena insistencias de tus manos que quieren hurgar en la húmeda flor de tu vulva buscando los goces que tu mente anhela, cruzas tus muslos, los aprietas y los restriegas haciéndote la dormida para no asumir el delicioso pecado del placer solitario, te escondes en los laberintos cotidianos para hacer como que olvidas el deseo vivo y urgente que sigue palpitando en tus entrañas, te miras desnuda con disimulada lascivia en el azogue sabiendo ahí están mis ojos de erecto macho en celo y eso te excita porque te sabes aun deseada hasta la masturbación en descampado, te amparas, enjaulada, en fotografías de bucólicos paisajes de un río y un puente, pero no te atreves a cruzarlo porque temes que se abran tus alas y vueles hacia esos antiguos atardeceres donde tu cuerpo encontraba el sosiego en una intensa saciedad.


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