Deseando a G.
Imposible en tu
reflejo entre sensuales burdeos detrás del cristal del cómplice espejo oval, en
tu lecho inalcanzable tierna, dulce, delicada, intocable por lejana, soñada
siempre hasta el vicio, desnuda desde tu hombros hasta la precisa mitad de tu
senos opulentos, los breteles del sostén en coqueta caída hasta la mitad de tus
brazos, el tibio y mullido canalillo como un abismo donde se terminan
suicidando mis ansias de surcarlo con mi nariz, mis labios o mi lengua, la
medias lunas de tu pechos asomados con su excitante exhuberancia, sentada
jugando a ser la musa que enciende los lúbricos pensamientos y eleva la
sensible virilidad. Y te miro con ojos machos para que ardan tus entrañas con
el fuego del deseo y seas leña seca entre mis dedos y tiemblen tus pezones (que
me niegas) bajo el tumulto de mis labios y bebas la lujuria de mi saliva con tu
boca en el beso que te ahogue, y dejes tu piel desnuda sin amparo sometida al
caliente derrame de mi densidad seminal. Imposible morder tu tetamenta con el
hambre edípica del fauno pervertido con el mástil erguido y el glande
refulgiendo en su intenso rosado, mamar tus pezones como un niño-hombre
sediento que ha buscado volver al útero desde el mismo instante en que lo
abandonó, devorar tus vísceras con el hambre de sátiro erecto, endurecido,
chorreante, penetrar tu sexo en su húmeda, cálida y apretada hondura hasta que
te desgarres en la intensidad del orgasmo, gozar de tu cuerpo como el de una
ninfa adormecida, abierta, ofrecida en las penumbras del bosque donde se
consuman todos los sueños.
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