Quizás sientas en tu
piel lo que te estaré escribiendo, describiendo las delicias carnales que no
niega el verde manzana, esos senos asomados con coqueto, incitante y sexual
desparpajo, esas pálidas y virginales medias lunas de las lunas llenas de tus
mórbidos pechos que se asoman para erecto goce de estos ojos machos que te
observan paladeando esa descarada media desnudez. Blanca la tumbona, colorado
el cojín y rojas la uñas, dorado carnal y pálido virginal la hembra impura que
se exhibe apetitosa y deseable, verde manzana la dulce fruta madura que yace
para su mayor gloria y mi mayor pecado, ella soberbia en su lujuriosa pose de
ninfa en descanso, muy oscuras las gafas que otra vez esconden los vívidos ojos
de la musa deseada para no embrujar los ávidos sátiros que la rondan con sus
manifiestas erecciones a punto de eyacular en los desenfrenados territorios de
la insaciable masturbación. Quizá sientas que subo como un pervertido insecto
con su virilidad erguida y punzante por la breve uña roja de tu pie, lamiendo
el empeine, besando la pantorrilla, ensalivando la carnalidad suculenta de tu
muslo excitante, hasta engolosinarme en ese oscuro triángulo verde manzana que
late ahí humedecido, caliente y en sombra en tu entrepiernas, agazapado,
cobijado en el más genital rincón de tu cuerpo, lo huelo, lo palpo, empapo de
quemante saliva ese preciso fragmento verde manzana con mi lengua voraz, lo
hurgo con mi nariz profanando tu sagrada feminidad, y me introduzco sigiloso
bajo el verde manzana, repto mojado, endurecido y adhesivo como un caracol
nupcial, surco el ansioso molusco de tu vulva que late ansioso al sentirme invadiendo
ese íntimo escondrijo, subo por la inquietante blandura de tu pubis, por tu
vientre de mujer desatada, cruzo el breve cuenco de tu ombligo y sigo
ascendiendo siempre bajo el verde manzana hasta hundirme feliz y extasiado en
tu hermosa, mullida, voluptuosa y grandísima tetamenta (i) bajo ese intocable
color verde manzana y antes de salir a la luz exuberante de tu escote.
(i) Tetamenta.- En
lugar de decir, como los amantes de la galiparla, “senos”, digamos, como García
Márquez, tetamenta, neologismo expresivo y gracioso que consta en la página 269
de El Amor en los Tiempos del Cólera, y también en la página 39 de Diatriba de Amor contra un Hombre Sentado.
Fidel Castro recusó este neologismo garcimaquezano porque no figura en el
Diccionario de la Real Academia Española. Efectivamente, no figura, pero
debiera. Es miembro de la misma familia a la que pertenecen astamenta,
cornamenta, faldamenta, impedimenta, osamenta, palamenta, tormenta y
vestimenta. "Fidel, Gabo y Castilla", Marco Aurelio Denegri, El
Comercio, Perú, 19 mayo 2014.
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