Para LHSA
Te reflejas sin denso
pudor ni cristalina vergüenza en la luna del espejo, dejas tus pechos al
imaginativo descaro mis ojos sátiros, los alientas a introducirse con fervor
onanista en la larga hendidura del escote, a segar los trigos de mi estío con su
filo sexual. Allí cristalizada posees una sensualidad quieta y a la vez alegre,
de juguetona coquetería, de exuberante estatua de mujer desnuda en medio de una
fuente de aguas danzarinas, de nocturna esfinge que baila envuelta en
transparentes tules en los ardientes plenilunios de mis insomnios. Te repites
soberana y soberbia en el azogue, la sinuosidad de tus caderas, las mullidas
combas de tus pechos, los salvajes y furiosos cabellos ensortijados por donde
mis dedos machos se enredarían para morderte un beso con toda la lascivia cómplice
de los que comparten el mismo infierno. Te desdoblas en un perturbador escorzo y
sonríes como presintiendo tu dominio sobre tus nuevos territorios, sobre mis
manos que desean tocarte desde los pómulos hasta los empeines, sobre de mis
labios que desean escarbar tus entrañas buscando los goces compartidos que nos
negaron los dioses que rigen nuestros destinos, sobre de mi lengua que anhela
ir ensalivando con sus mojadas brasas los íntimos senderos de tu cuerpo, sus
valles y promontorios, sus otoñales frutos madurados en los calores de los
todos tus veranos, sobre mi entero cuerpo estremecido ante la sexualidad
escondida en tu imagen y que solo yo presiento en su sublime intensidad. Al este
otro lado del cristal te miro con secreta lujuria, me dejo arrastrar por el
vaho caliente que va surgiendo de tu piel de voraz hembra perfumada, mi
virilidad estimulada por obscenas e imaginarias escenas se eleva y endurece al
borde vicioso de una untuosa eyaculación.
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