Si te untaras toda
entera con la dulce miel de tus deseos lamería todo tu cuerpo poro a poro, cada
pliegue, cada cicatriz, cada imperfección en la perfección de tu silueta, sacaría
con mi lengua y con mis labios toda esa densa miel sexual de tu cuerpo, de tus
piernas, de tus muslos, de tus pechos, de cada uno de tus senos, de tus pezones
escondidos, y vagaría sacando la miel por tu cuello, detrás de tus orejas, en
tu insistente canalillo, en la tierna y pequeña cavidad de tu ombligo, en tu
vientre de deliciosa hembra madura, y clavaría mi nariz en tu pubis oliendo tu
aroma primitivo de mujer tentadora hasta llegar a tu clítoris y ahí lamería,
succionaría ese capullo sensible, y cuando ya estés al borde del húmedo
relámpago del orgasmo hundiría mi lengua feroz en el sabroso surco tu vulva
para saborear esa otra miel que destila tu abierta lujuria. A la noche cuando
estés sola en tu cuarto quiero que te desnudes y te contemples en el espejo
para que sientas mis ojos en ti recorriendo cada poro, cada pliegue, cada
curva, cada intersticio de tu reflejo, para que te sientas deseada hasta el
concho y me imagines canonizándote en una solitaria ceremonia masturbatoria, y
cuando estés en tu lecho ya a oscuras sientas mi boca besando tus senos, mis
labios en tus pezones dormidos, mis manos en tus caderas, mi lengua en tu
ombligo, mi miembro surcando y penetrando tu sexo, penetrando más allá de tu
vulva, más allá de tu vagina, penetrando hasta tu alma, hasta esos rincones
oscuros donde nadie nunca antes penetró. Solo ahí te sentiré poseída por mi
erguida virilidad y me sentiré atrapado para siempre en tu vúlvica esencia.
viernes, 9 de septiembre de 2016
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