“Emmanuel, estas como el vino, sigo siendo tu chica de humo, me siento
enamorada”. La Baronesa
Relumbra incitante en la noche,
encantadora, y se desliza sensual con su coqueta mirada esparciendo en el aire un
aroma de mujer prohibida, entre tierna y dulce, pero intocable. Háblame de ti
bella señora, de ti y de lo que sientes, de tus silencios, de tus sueños,
y de los amantes que habitan
clandestinos esos sueños. Te miras al espejo por la mañana sin miedo, porque aunque
tu piel ya no es aquella porcelana sabes vivir cada instante en románticos
arrebatos. Háblame de ti bella e imposible Baronesa, háblame de ti sinceramente,
regálame la pequeña esperanza de un día poseer tu misterio, en cualquier lugar
donde tu playa y mi lluvia desaten la tormenta que un día no prometió el
destino. En ti está mi paraíso perdido, allí soñamos sin nombres ni apellidos, llévame
contigo a la tibieza que escondes entre tus pechos, a la humedad negada de tu
sexo, al sabor embriagante de tu saliva, al roce voluptuoso de tu boca
recorriendo en mí tus dominios. Deja resbalar tu vestido, regálame la madura
desnudez de tu cuerpo antes de que llegue el invierno, vive el aquí y el ahora
de este estío, deja que me acerque a poco a poco para que estalle mi cuerpo ardiendo
en tus ardores, háblame de ti bella señora lejana, de tus secretos deseos en la
noche oscura, de las ansias que anegan de sudor tus insomnios, del porqué de tu
quieta persistencia de altiva escultura. Me tanteas, me enciendes, me coqueteas,
y te evaporas siempre como una intangible hembra de humo. Bella dama, bella
playa, bello atardecer, pero estas de otro enamorada.
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