Sobre sus
reminiscencias y sus contornos, desde su boca de besos hambrientos hasta la uña
pintada del dedo mayor de su pie, se fue caminando por las meridionales aguas
lagunares y marinas, hacia las lluvias a destiempo, hacia la blanca nave
anclada a la gira. Se llevo la inspiración y los deseos escritos en las manchas
en sus muslos lunares, en las largas perspectivas de sus piernas con sus pies
de fondo y en los íntimos colores de sus bragas o en los diseños cambiantes de
los edredones sobre los que se recostaba maja semidesnuda posando. Envolvió la
lujuria en un trapo y dejo vacío el espejo, inútil al negro vibrante y las
luces de los barcos apagadas. Se fue huyendo de si misma por los oscuros
senderos del desencanto o del desengaño, se cansó de la cumbiamba sin sentido, de
diluirse en breves fragmento de su piel, de ocultarse en las marismas de una
sexualidad atrapada, de escarbar en sus instintos a contrapelo buscando sin
buscar humedecida la vertiente perdida de sus orgasmos. O quizá se escapó
momentánea por el verano caluroso para no seguir sometida a las fálicas
urgencias de un fauno acosador. Dejó un brevario de recatadas incitaciones que
no tenían más intención que hacer florecer los verbos barrocos en el juego de
da y quita de su coqueto egoísmo pudoroso, dejó la visión inquietante de unos
escasos vellos púbicos asomados en sus ingles, el sabor inolvidable de su flor
abierta a libaciones y masturbatorios dedeos, y una tierna amistad que sobrevivió
a todas sus furias.
viernes, 20 de febrero de 2015
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