Difusas las piernas juntas muy
juntas, por recato virginal, temor de fantasmas penetraciones o por el juego
masturbatorio del frufrú de la piel contra la piel en voluptuoso roce, intento,
inicio, búsqueda del goce en la altura allá en marinas lejanías, borrosa la
negrura de la camisola como un cerco o muro, negación coqueta del vértice
vórtice de la buscada sexualidad vertical. Nítidas piernas cruzadas tendida en
el lecho de tímidas florcitas azulinas frente al ventanal que da al azul y a
los albos reflejos, tibia morbidez de los muslos, la pantorrilla y el talón,
desnudez de gaviota en alto vuelo, vértigo solemne de lúdicas excitaciones,
afuera una humedad salada, una brisa mañanera detrás del cristal se rompe en su
aroma de mariscos abiertos y jugosos. Movida, borrosa, pierna sobre pierna,
lúbrica imago de piel tibia en su suavidad erótica, difuminados contornos
mullidos, lisuras imprecisas, hieráticos resplandores carnales contra azules
lejanos, desbordes de cautelosa lujuria, reflejos más allá del abismo. Perfectos
muslos desnudos con su manchita solar pervirtiendo y concentrando la mirada,
negro borde de la camisola que deja intuir los pelitos que no se asoman,
ardores de carnes expuestas, ceñida
línea de muslo sobre muslo, apretada vergencia que incita a la mano
macho a insertarse en su densidad sexual, a incrustarse entremedio de esa
sublime juntura y sobar subir acariciar hasta alcanzar y naufragar en el vúlvico
surco de los delirios. Movida en la tentación, última, el pie apuntando a un océano
difuso, cielo y mar confundidos, sin más limite que los dos matices del azul
celeste en un horizonte indefinido, y los muslos, los besados muslos, los lamidos
muslos, los desnudos muslos.
jueves, 5 de febrero de 2015
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