sábado, 14 de febrero de 2015

DE FONDO SU MAR


Para la Baronesa Imposible

Las arenas grises, los albos oleajes, las espumas burbujeando y el horizonte dividido en los dos azules de cielo y mar, los lisos grises pulidos roqueríos, las agresivas y duras rocas sin cantear que la cercan, las verdes docas entrevistas en los vacíos rectángulos de la blanca balaustrada cubista de la costanera que bordea la entrañable playa donde las arenas son vitrales de mareas que cuentan la historia de sus días y sus tiempos. Y ella en rojo esplendente, rojo apasionado, rojo incitante, rojo llamativo, sensual y fugaz, como un aroma de feromonas que la salada brisa marina difunde por los costeros intersticios de los deseos. Ella allí coqueta y tierna, excitante en su pose de sensual estatua marina, de mascaron de proa de un velero que nunca se atrevió a navegar por los océanos de las lujurias desatadas, del clandestinaje de los amores ocultos y las pasiones secretas que se consuman en la sombras de los otoños atardecidos. Ella, con su mano en su pelo en un gesto ancestral de altas seducciones, sus pies casi desnudos en doradas sandalia como los de una nereida danzarina extraviada en los terrestres territorios de un continente de algas y gaviotas, largos flecos del mismo rojo urgente acarician sus muslos siguiendo el rumbo de los vientos oceánicos, finos dedos negros cubren encopan su seno sintiendo el punzante latido del sensible pezón al mismo ritmo de las olas en su incesancia solar lunar, mientras el otro se exhibe escondido en el lúbrico rojo pleno y turgente, orgulloso de su mórbida voluptuosidad. El paisaje acontece inquieto esperando la noche en el reverbero de su pálida piel destellando perfumada como los reflejos de la mar bajo el sol vertiginoso que no quiere, por ella, atardecer.


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