viernes, 27 de febrero de 2015

HELGA


Nos enredamos en torpes turbulencias, nos negamos la breve felicidad de los cuerpos copulando, la vorágine de los deseos que se consuman enloquecidos, nos evadimos de la carnalidad última, pequeñas brasas en las cenizas, como si el tiempo fuera un infinito de días porvenir, un sin fin de tardes lluviosas, de parques por caminar pisando hojas secas, de atardeceres marinos, de luces de barcos atracados en la noche ilusoria de un puerto que no ha existido nunca, paisajes de sombras en tu ventanal, lejano campanario, hierbabuena y tabaco. Besé tu boca abarcándola, lamí tu cuerpo semidesnudo, tus muslos, tu pubis de ralos vellos, olí y saboreé la húmeda verticalidad sexual que me esperaba entre tus piernas, acaricie tus glúteos y la curva tenaz de tu espalda, dejé que tu mano me consumara, vencimos los crepúsculos y untamos de fervores el anochecer, el goce nos fue dado, y ahí fuiste única e insoportable. Ahora es tarde, ya no les creo  a las mujeres que se enamoran de mis letras palabras frases párrafos textos, porque se enamoran de lo que no soy, solo les parece que soy, para ellas, lo que buscan, un solitario, un ausente un pasajero, un extraño sin rostro que las seduce por el verbo como si las embriagara con el dulce vino de sus propias vendimias. Por lo demás ya no importan, estoy viejo, estamos viejos, es cosa de números, de edad, la perdida continua de futuro, el tedio de vivir lo mismo día a día o el mismo día repetido de nostalgias y ausencias, el sinsentido de un desolado imperio vacío. También tú huiste, pero quizá solo te escapaste momentánea por el verano caluroso para no seguir sometida a mis fálicas urgencias y hastiada de ir tan seguido a la iglesia a purificarte con otras aguas benditas.


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