“Dos cosas no nos han de faltar: las delicias de la carne y las
delicias de la literatura”. Makura no Sōshi
Te dejabas escribir y escribías,
yo te iba descifrando palabra a palabra mientras tú te desnudabas sonrojada,
escondías tus lujurias en barrocos códigos verbales, en etéreos romanticismos
decimonónicos, tu lecho tibio era el marfil de tu alta torre, en su fuego
mañanero forjabas las metáforas de tus deseos escondidos, de tus secretos
desenfrenos, de las oscuras intenciones saciadas en solitario a medio camino
entre lo que debió ser y lo que no querías. Imaginabas susurros y roces,
visiones de los intentos y una quemante saliva transcribiendo vagas
obscenidades en tu piel, escribías, a muslos desnudos y abiertos, con las
letras ocultando tu pubis, y yo te surcaba la espalda con la yema de un solo
dedo, mordisqueaba el lóbulo de tu oreja y te daba besitos en el cuello, tú
escribías de sensuales sensaciones, de íntimos hurgamientos, de una humedad que
confluía en otra lamiendo, del vaho caliente de un aliento que recorría las
comarcas abandonadas de tu cuerpo, las frígidas periferias de sus instintos
clausurados, las orillas de tus turbulencias y las arenas sin huellas de tus
insomnios, yo desentrañaba la misteriosa escritura de tus vellos púbicos, el
horóscopo que declaraban las manchas lunares inscritas en la suavidad sexual de
tu dermis, untaba con impudicia mi miembro en el zumo de tu vulva para escribir
en tu vientre los signos de la convergencia y en la comba de tus nalgas los
jeroglíficos encharcados de mis delirios, tú escribías en voz baja y yo te lamía
el clítoris con literaria parsimonia para que iniciáramos otra vez un renovado
y lascivo vocabulario.
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