El deseo surge como una caliente
vertiente caliginosa, brota en lenta y voluptuosa erección, acuden los nítidos
recuerdos de las intensas sensaciones vividas por mi mano en tu cuerpo
semidesnudo, deslizándose por tu estomago, por tu vientre, por tu pubis,
extraviada en la rala espesura de tus vellos púbicos, cruza la cerrada flor
vertical de tu vulva apenas rozándola y se envicia en el interior de tus
muslos, en esa suavidad tibia, en esa pálida lisura lasciva que percola por las
huellas digitales y se inyecta soez, marmórea, lujuriosa, a través de los poros
hasta anegar la memoria de su carnal incitación. Acuden mañaneras tus imagos,
calcinando deseos, inflamando fálicas costumbres, y aunque tu las encuentres de
lo más inocentes van corroyendo la frágil voluntad ascética, desatando los
nudos de los vicios contenidos, palpaciones y roces al bulto, porque lo sucio,
lo cochino, lo morbosos y excitante lo pone este servidor con su voracidad
onanista que transgrede originarias intenciones o castas censuras. Y te espío
veo imagino como en las ultimas del espejo, esas piernas cruzadas exhibiéndose
con coquetos desparpajos como un caviar para el voyeur, mi mirada se clava en
ese oscuro sombreado vértice vórtice que se forma en su convergencia como una
húmeda gruta prohibida, percibo el leve frote masturbatorios de tus piernas y
recuerdo lo que me dijo hace un tiempo una anónima hembra pudorosa: Y me mal acostumbraste porque yo también lo
hago, no me masturbo, me toco. Lo que me gusta es sentir que a mi edad me
lubrique. Es menos intenso. A veces lo hago y me gusta, pero algo me limita y
paro. Pero es un avance tremendo. Entonces solo quiero lamerte sin solución
de continuidad tu escotadura supraesternal, ese hoyuelo que queda entre el
final de tu esternón y el principio de tu cuello e inundarlo de saliva mientras
mi mano me despeña con un ritmo primitivo y estremecedor en el gozoso abismo
del éxtasis seminal.
domingo, 15 de febrero de 2015
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