sábado, 28 de febrero de 2015

TENTACIONES HUMOS ANSIEDADES


No beberé toda la copa
ni caerán todos los besos.
Odalisca. Isidora, 2005.

Sabía que habían en usted brasas de escondidos rojos quemantes bajo las alegres cenizas de los años, intuía que su dulce sensibilidad lleva en su interior la mujer que respira los húmedos ocres rojizos de los otoños y sueña, que sus manos dejan escurrir las arenas del tiempo sabiendo que ese mar del estío que mira con nostálgico silencio en los atardeceres, las volverá a traer a su playa convertidas en ardientes granos de los cuarzos que hieren incesantes porque aún hay fuegos encendidos que jamás se apagarán porque permanecen latentes bajo su piel. Revivida por gracia de antiguas seducciones estará ahora buscando las palabras que le queman en su roja boca de besos extraviados, los voluptuosos adjetivos de lo mórbido, lo abierto, lo erecto, lo penetrante, esos verbos impúdicos que no se olvidan por que pertenecen al lúbrico lenguaje de un obsceno imaginario clandestino, todo aquello que nunca se ha atrevido a pronunciar ni a escribir, sí a imaginar o soñar en ese íntimo espacio que hay antes del sueño, cuando los ojos ven en la oscuridad sus ardores y delirios de plena hembra vigente. Quizá ahora en la turbulencia de los instintos desatados por la cercanía de los penúltimos otoños, cuando aun los frutos maduros de su cuerpo se endulzan en imaginaciones imposibles y ansiosas visiones, deje escarchada la censura, cristalizado el pudor, y se lance a ojos cerrados desde los altos acantilados de la lujuria para ir a rozar, entibiar, acariciar aquel macho desnudo que la espera en los suburbios de sus secretos desvelos para hundir las manos en las desnudas arcillas de la cálida porcelana escindida de la vendimia de su deliciosa madurez.


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