Es esa
imponente carnalidad sin tapujos, con salvaje descaro y dulce desparpajo, es la
desvergonzada sexualidad expuesta con el único afán de calentar machos ávidos
de esa exuberante piel desnuda, sedientos de rozar tocar amasar penetrar
acariciar lento con locas vehemencias la lisura tibia, la húmeda profundidad,
el hendidura del apretado surco anal, lamer cada muslo de rodilla a vulva,
morder cada pezón y besar cada seno, son esas impúdicas manos que masturban la
verga endurecida por la sublime visión, son los ampulosos pliegues que excitan,
es la redundante desnudez con desvergüenza que urge y enciende la pervertida
imaginación de dibujar cada una de sus curvas con el glande. {Otrosí}. Irrumpes
en los deseos, desatas las lujurias, provocas la erección inevitable. Haces
brotar las semillas de los recuerdos adolescentes: el voyerismo inicial, las
primeras erecciones, las primitivas masturbaciones, las temerosas eyaculaciones
escondidas en la noche juvenil. Urges la sexualidad abierta con tu cuerpo
intensamente real, con tu seno y pezón apenas asomado, con los pliegues de tus
carnes, con tu vientre maternal que te honra, con tus tersos muslos y tu pubis rasurado, con tu vulva, con tu
vulva, con tu mismísima vulva. {Otrosí}. Habito como un parásito masturbándome incrustado
en cada uno de los pliegues de tu intenso cuerpo desnudo y deseado, en los
pliegues de tu cuello, en el pliegue de tu axila, en los pliegues de tu seno,
en los pliegues del pezón, en el pliegue de tu pubis, en el pliegue de tu
ingle, en los pliegues del revés de tu rodilla, en el pliegue de tu tobillo.
Habito como un caracol babeando cada pliegue de tu piel, dibujando mi rastro
onanista con mi semen ardiente a lo largo y ancho de ti.
sábado, 12 de septiembre de 2015
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