Desde el
púrpura que cubre tus pies hasta el rosado con puntitos que semidesnuda tus
muslos antes del fucsia de la toalla, desde la miríada de locas manchitas que
se esparcen por tu piel hasta la mariposa corazón detenida en la que se asoman
pudorosos los vellos púbicos en el difuso rincón inferior porque te
arremangaste seductora el corto pantaloncillo del pijama para mi gozoso placer
solitario, desde tu recato timorato hasta tu coquetería contenida; en esos intervalos
me disuelvo denso, fluido y caliente por las tardes de esos antiguos días sin
lluvias cuando poseí esa carnalidad en su plenitud vehemente. Y mis manos
acuden a la memoria de tu grata cercanía, a la lisura, a la blandura, a la tibieza
de tu piel desnuda, a las combas tus duras nalgas sensuales, a tu vientre
acariciado con pervertidas intenciones, a la delicada hendidura horizontal de
tu ombligo escondido. Y mi boca soporta el recuerdo perturbador del sabor del
mojito, del chocolate menta, de tu vulva abierta en flor sabrosa y jugosa, su
textura cárnea, congestionada, palpitante, y de nuestros besos desaforados con
resabios en las bocas de tu vagina y de mi miembro. Y mi lengua recita el mismo
murmullo que declamaba mientras punzaba y lamía enviciada el sensitivo capullo de
tu clítoris. Desde tus piernas cruzadas una sobre la otra, apretadas, como si
quisieran impedir que mi rostro vuelva a insertarse entre ellas, o que mi verga
erguida y dura reintente penetrar la dilatada humedad que guardan como un
tesoro, hasta la oscura intención malévola de mostrarme tus pelitos. En ese
calvario preciso te deseo.
miércoles, 9 de septiembre de 2015
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