Mi afición-vicio
por las maduras debe haber arrancado en mi infancia-adolescencia, cuando los
objetos de deseo más cercanos eran mujeres mayores: mujeronas del barrio, tías,
vecinas, profesoras... allí quedaron fijadas mis obsesiones sexuales más
primitivas y por eso las he disfrutado
tanto a lo largo de mi vida pecadora... esas masas de carnes todavía deseables
pero ya temblequeantes, las abundosas tetas que bailotean, las nalgas
voluminosas, los vientres sobresalientes, las cicatrices, las arrugas, las
manchas de la dermis, la piel flácida, y los rollizos pliegues de las carnes
otoñales, y también las lenguas expertas, el aspecto de viciosas consumadas y
sin límites para asumir toda perversión que pueda ocurrírseme. Mujeres vestidas
únicamente con la confianza de sentirse a gusto consigo mismas, sin nada de
ropa, solo con el desparpajo de entregarse a ojos cerrados. Sólo con sus pecas,
vellos, cabellos canos y quizás alguna cicatriz. Féminas maduras que muestran
sin tapujos sus “cuerpos reales”: sus tetamentas de grandes pechos caídos, esos
rollitos en deliciosos excesos. La madurez en todo su esplendor, y la belleza
imperfecta contrariando los mandatos del canon estético obsoleto. El rastro de
la sublime maternidad en el abdomen, abundantes pechos que lactaron, un cuerpo ajado
en la espera de las lujurias inconfesables que nunca se consumaron, un cuerpo
con curvas ampulosas, con marcas, con asimetrías. No estéticamente perfectas e
idealizadas, sino simplemente tal como son; hembras deseables y excitantes.
Mujeres seguras de sí mismas, sin vergüenza, porque ya no deben de tenerla. Hembras
mayores, más que maduras, vividas y experimentadas, sorbos de dulces mieles
maceradas en los años, frutos inquietantes de antiguas vendimias, deseos
contenidos a la espera del macho que vendrá, sueños solitarios de gozadas cunnilinguis
y brindadas felaciones, de endurecidas vergas erectas, de dedeos, de lamidos, de
succiones, de penetraciones, de soñadas cópulas en el insomnio sudoroso y
caliente que desemboca cada día en el mismo amanecer del lecho vacío. De ellas he
sido y soy su esperado cazador furtivo.
martes, 15 de septiembre de 2015
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