martes, 15 de septiembre de 2015

DESCRIPTIVA CONFESION


Mi afición-vicio por las maduras debe haber arrancado en mi infancia-adolescencia, cuando los objetos de deseo más cercanos eran mujeres mayores: mujeronas del barrio, tías, vecinas, profesoras... allí quedaron fijadas mis obsesiones sexuales más primitivas  y por eso las he disfrutado tanto a lo largo de mi vida pecadora... esas masas de carnes todavía deseables pero ya temblequeantes, las abundosas tetas que bailotean, las nalgas voluminosas, los vientres sobresalientes, las cicatrices, las arrugas, las manchas de la dermis, la piel flácida, y los rollizos pliegues de las carnes otoñales, y también las lenguas expertas, el aspecto de viciosas consumadas y sin límites para asumir toda perversión que pueda ocurrírseme. Mujeres vestidas únicamente con la confianza de sentirse a gusto consigo mismas, sin nada de ropa, solo con el desparpajo de entregarse a ojos cerrados. Sólo con sus pecas, vellos, cabellos canos y quizás alguna cicatriz. Féminas maduras que muestran sin tapujos sus “cuerpos reales”: sus tetamentas de grandes pechos caídos, esos rollitos en deliciosos excesos. La madurez en todo su esplendor, y la belleza imperfecta contrariando los mandatos del canon estético obsoleto. El rastro de la sublime maternidad en el abdomen, abundantes pechos que lactaron, un cuerpo ajado en la espera de las lujurias inconfesables que nunca se consumaron, un cuerpo con curvas ampulosas, con marcas, con asimetrías. No estéticamente perfectas e idealizadas, sino simplemente tal como son; hembras deseables y excitantes. Mujeres seguras de sí mismas, sin vergüenza, porque ya no deben de tenerla. Hembras mayores, más que maduras, vividas y experimentadas, sorbos de dulces mieles maceradas en los años, frutos inquietantes de antiguas vendimias, deseos contenidos a la espera del macho que vendrá, sueños solitarios de gozadas cunnilinguis y brindadas felaciones, de endurecidas vergas erectas, de dedeos, de lamidos, de succiones, de penetraciones, de soñadas cópulas en el insomnio sudoroso y caliente que desemboca cada día en el mismo amanecer del lecho vacío. De ellas he sido y soy su esperado cazador furtivo.
 

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