miércoles, 16 de septiembre de 2015

TRANSGRESION


“Dime... ¿por qué fui el único que no descubrió el código secreto de tus caricias, el código arcano de tus labios?”. Lucideces. El cuarto chusticiero, el primer corresponsal de los ángeles.

¿Por qué no dejaste que te alzara como una espuma sangrienta sobre los pinos de la noche para irme despacito por el canto filoso de tu sombra? Dijiste “te soñaré” y me dejaste en un limbo de misteriosas reminiscencias, de deseos inconclusos por urdir la trama de tu pelo sobre una quimérica almohada, por navegar tu piel en la desnudez total de tu océano, por sostener mi boca furtiva en la plenitud de tus pechos, por ser húmedo musgo sobre tus urgentes pezones invadidos de su impúdica turgencia. Desde las lejanías de esos deseos arrumbados en el rincón de los imposibles subió una bruma púrpura con sutil fragancia de violetas, y un rubor de luna menguante iluminó tu rostro en el último instante para dejar abierta la fuga y sin cicatrizar el olvido. Y quiso el tiempo o sus orfebres que no me dieran tus labios los besos de las soterradas lujurias ni tus manos las lúbricas caricias del intento, ni tu cuerpo tembló bajo el mío en la cópula que la noche impone. El tiempo fue daga que dejó la herida abierta tal como soñé la flor exquisita de tu pubis. Daga que no sajó las trémulas carnes en sus lejanos destierros. Ah! tu silencio... como un vestiglo oculto en el nocturno embosca en tu nombre la contigua primavera, otorga y confiesa. La compartida primavera con frío, lloviznas, nostalgias y ausencias. Y miro llover por la ventana y leo en el lenguaje de las gotas de lluvia en el vidrio tus palabras tristes, y me voy arrinconando en tus penas para que me sigas pensando, y te robo un besito calladito por ahí donde estés sola, y me quedo cristalizado en tus penumbras a la espera que te desnudes.

¿Nos cobijará al menos su herrumbre, su herrumbre y el quemante estupor de mi máscara?, “Herrumbres”. Ontogonías, Alexis Naranjo.
 

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