domingo, 6 de septiembre de 2015

CANTICO DEL BEODO


Para Susymab

Él toma un pincel de suaves cerdas, lo embebe en licor y comienza a rozar muy suavemente las partes más sensibles y delicadas de su cuerpo. A cada pincelada le siguen besos que la limpian. Las zonas más candentes que antes se humedecían solo por las pinceladas de licor ahora lo hacen también por la miel más pura y rica de su interior. El sigue besando cada incógnito rincón de su cuerpo (*). Lamería el vino sobre tu cuerpo desnudo, ese vino endulzado por tu tibio sudor, lo lamería por todos los rincones de tu piel, lo sorbería en tu ombligo y en tu vulva, lo absorbería con la puntita de mi lengua en tus axilas, en tus ingles, en la medialuna bajos tus pechos y en la puntita de tus pezones. Bebería así cada uno de tus sabores carnales en su misma fuente para emborracharme de ti, de tus jugos extasiantes y de tus más íntimos destilos, te cataría como un beodo saturado de otros néctares que busca el elixir distinto, único, que nunca satura porque posee el  resabio de la dulce vendimia de una voluptuosa madurez. Santificado por tus brebajes derramaría entre tus pechos ampulosos en cascada el vino del deseo para verlo escurrir hacia por tu estomago, por tu vientre, por tu pubis, por tu vulva humedecida y beberlo ahí abajo mezclado con la densa savia de tu sexo hasta la última gota. Entonces nos iríamos embriagando juntos a lo largo del sueño compartido, con los ojos en los ojos y los labios en los labios ensalivados, acariciándonos como en un sueño palpable mientras nos sumergimos en un abrazo sexual lleno de ternuras y a la vez copulando en un alto vuelo de inesperadas pasiones desatadas.

(*) Dulces pinceladas. Max Cher

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