En désirant la Comtesse furtive
Azul o negro,
espejos, piel desnuda, reflejos eróticos e incitaciones sexuales, tus piernas
enteras expuestas a mi voracidad voyerista, a mi pervertida ansiedad de verte
más allá del decoro, del pudor, del recato, de la beatería con la que te vistes
para no derramar tus deseos carnales, impuros, pecadores, el escote negro o
azul entreverado con tus brazos impúdicos, amplio y voluptuoso, tus muslos
deliciosos con sus miles de manchitas repetidas por el azogue, uno expuesto dos
veces por su ampulosidad externa y el otro por el suave y terso interior, el
seno exuberante queriendo escapar de la copa negra o azul, ese pecho pálido
donde duerme aquel pezón dormido que succioné sin saber que dormía. Los cuatro
espejos de la cajonera repartiéndose tu imagen sensual sexual excitante,
esencialmente calentona, intensamente provocativa, y el azul o negro del body
que converge en un mullido triángulo donde duerme tu sexo, bajo la comba de tu
vientre, bajo la breve comba de tu pubis. Solo es posible recuperar la visión memorizada
e inolvidable de tu vulva ante mis ojos y mi boca de lengua ávida. Todo tu
anónimo cuerpo recortado sin hombros ni cuello ni rostro, solo tu torso, tus
brazos, tus piernas, tus pies, tu tenue rosada claridad epidérmica como una
fosforescencia invisible. Todo me induce a la indecente sesión de mi mano
sobando mi miembro erecto sobre la tela del pantalón buscando la erección
clandestina. Y en el entorno de tu alta intimidad el aroma irreverente de tu
piel y sus intersticios, el sabor de tu saliva y tus escurrimientos vaginales,
la tibia consistencia de tus blanduras y de tus femeninos músculos de mujer
madura. Azul o negro, el espejo de los espejos, tu piel desnuda.
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