“Adorable cortina de vello púbico que rodea
esa gloriosa y delicada flor”. In Praise of Pubes, Cameron Díaz
Mata de finas y
delicadas serpientes de la lujuria, champa de ralas hebras que crecen entorno a
la inminente fuente del placer. Pendejitos como dispersos matorrales que cubren
la tibia duna del pubis, olorosas algas que se mecen con el oleaje de la
cópula. Musgo nocturno donde se enredan los dedos de la musa cuando se deja
caer insómnica por el abismo de los insensatos pero imperiosos deleites del
placer solitario. Sexual medusa de marinos sabores y aromas, felpa y tosco
terciopelo, íntima cabellera dispersa, mullido cojín donde las mejillas reconocen
su inquietante restriego. Entre el tierno rosado del pijama y el impúdico
esplendor de tus muslos constelados los hilos enmarañados urdidos en la lúbrica
cercanía de la masturbación y del fornicio. Selva de pervertidas delectaciones
de mirones clandestinos, mórbida y oscura jungla triangular, jardín de la
delicias de donde surge un olor a antigua hierba húmeda, a flor podrida y a
sudor humano, un aroma de selva y lirios putrefactos, cálido y pútrido,
fragante y repelente a la vez que cerca esa gruta de carne y vellos. En la
salacidad de su roce en la nariz, los labios, la lengua, pervierte su origen
natural como barrera que dificulta la entrada de patógenos a la ancha y
accesible vagina, y amortiguadora de la irritación en la región genital durante
la frotación durante el coito. Florezco en el asombro de la visión de esa
pilosidad siempre esperada, tres de cinco, extensa, esencial, de hembra
florecida en sus gloriosos coqueteo exhibicionistas. Y hacia el tórrido
horizonte, tus muslos provocativos, tus rollizas rodillas, dedito a dedito tus
eróticos pies.
“Cortina de tules y terciopelos, separarte
sutilmente con mis dedos, llegar a tus raíces con mis yemas”. Oda al vello
púbico. Felbarsal
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