“Yo Rosy”. R. S.
Sí, tú, con tu
rosa expuesta con sus pétalos cerrados más abajo de la piel de leopardo, entre
tus pomposos muslos imponentes, ahí, cautivado por el oloroso hálito de las
intensas y voraces feromonas que expele tu sexo rasurado, escondido tu clítoris
como una flor nocturna en el surco carnal que mi miembro ansía penetrar
latiendo con el glande terso y brillante como un faro fálico en medio del
tormento de mirarte sin alcanzar a tocarte, ahí, sí, ahí me estoy imaginando
entre tus piernas y tus manos en mi cabellera estrechándome contra tu vulva y
yo hundiendo mi cara en tu sexo y mi lengua lamiendo, chupando, succionando
punzando tu clítoris, dando lamidas largas desde tu periné hasta tu botoncito
sensible, y sientes mi respiración caliente y mientras acaricias tus pechos y
susurras y das quejiditos y te chupeteo tu clítoris y hundo mi nariz en tu sexo
mojado y punzo con mi lengua tu ojalito anal y meto mi lengua rígida en tu
vagina húmeda, sabrosa, oliente a sexo animal y te lamo cada vez más fuerte,
rítmicamente, buscando tu orgasmo, tus gritos desesperados, y tú empujas tu
sexo contra mi rostro y gimes, aúllas, y ya, orgasmas una, dos y más veces
entre convulsiones y estremecimientos, entonces, mientras te quedas lánguida y
saciada me recuesto a tu lado en el lecho y me masturbo y me paso la lengua por
mis labios entreabiertos para degustar el rescoldo de tus sabores y oler el remanente
del olor de tu sexo y me masturbo más y más fuerte hasta vaciarme en una
surgente eyaculación.
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