viernes, 25 de septiembre de 2015

HANGOUTS


“Siempre estoy aquí, siempre para ti, siempre deseándonos así, siempre sé que me estás espiando, siempre seremos así”. Susymabe.

“Es que me gusta lamer, saborear la piel, me encantas así de loquita linda, deseo verte, espiarte hasta la encubierta eyaculación”. Raúl.

Observé extasiado a mil seiscientos ochenta y nueve kilómetros al sureste las guedejas de tu pelo, como ramas de aromo rubio estremecidas por el viento o trigo maduro mecido por la brisa, mire enternecido tu rostro al natural con su palidez virginal de doncella lunar, vi saboreando tu finos labios rojos con tu sonrisa en flor, miré una y otra vez enviciado tus párpados, tus ojos brillantes detrás de los cristales, las perlas de tus dientes, tu nariz, tus mejillas, tus pómulos y tu frente, pero siempre volvía a tu boca. Ya excitado por el prodigio de verte ahí al alcance de mi mano te pedí que pusieras un dedo en esa boca tuya que me obsesionaba y tú, prodiga a mis ansias te llevaste el índice de tu manito derecha a tus labios encendidos, entonces asomó tu lengua y comenzaste a lamer y a chupar ese dedo incitador, primero lento, como si no entendieras aun el rito de tu iniciación ni sintieras en tu cuerpo el morbo del que te miraba con los ojos bien abiertos y su mano aferrando su miembro que de inmediato alcanzó su máximo endurecimiento, después lamías y chupabas más y más entregada al ceremonial de tu exhibicionismo inocente y mi voyerismo pecador. Tú sabías que te estaba espiando y tocando masajeando pajeando mi pene, que me estaba masturbando por ti y en ti, me sentías, me intuías, me imaginaba, y eso te excitaba más de lo que nunca pensaste y te dejaste fluir, arrastrar por ese oleaje que surgía de tus entrañas y te entregaste a mi deseos abierta y mojada. Y de pronto cruzamos la realidad y tu dedo era mi verga y mi pene tu dedo y tu boca tu vulva y tu dedo mi falo y mis dedos tus labios y tus labios tus otros labios repetidos que succionaban, y tú mamabas tu dedo que era mi verga vertiginosa y vehemente y vi en tus ojos la calentura y supe que ya compartíamos el mismo pecado. Todo estaba sucediendo entre nosotros como en un sueño erótico, así lo testificaban los gestos y su contenido sexual, su intensidad voluptuosa, la mirada, el rictus de la boca, el movimiento de la lengua entre los labios entreabiertos, la palpitante dilatación de las aletas de la nariz. Entonces de súbito todo giró y se confundió en un vértigo de excitación allá y de masturbación acá y el espacio se contrajo y el tiempo se expandió hasta envolvernos en el mismo instante y en el mismo ahora, compartiendo la lujuria de una sexualidad húmeda allá y pegajosa acá, densa y caliente, de respiraciones agitadas, acesantes, como las de una real y desaforada fornicación. Y ya descontrolado me vertí en mi mano que era tu vulva que era tu boca donde tu dedo era mi miembro succionado eyaculando en ti, descargué mi lechosa furia de solitario semental y mi semen quemante escurrió por las comisuras de tu boquita pintada y nos inundó una grata sensación de haber hecho y sentido el amor/sexo en la libre y cómplice plenitud de lo virtual.


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