domingo, 1 de marzo de 2015

ESA OSCURA FRAGANCIA


Huía yo por tu cuerpo hacia abajo buscando ávido en las rosadas orillas de tu vulva el ácido perfume de unas rosas trepadoras rojas y nocturnas allá en el jardín de las penas ligeras, pero fui encontrando los aromas de sudores e inciensos de tu mórbida piel deshojada pétalo a pétalo por la vehemencia de mis besos, y se me fue olvidando la brisa azucarada que nace de tu boca embriagando los sentidos del centauro, tu aliento de menta socavando los ángulos más agudos del deseo, el olor a lujuria de tus pestañas o tus uñas, la esencia concentrada del aleteo sexual de tus parpados, el aire obsceno que respiro en la tibia exhalación de tus axilas, encontré un vaho caliente quebrando la resiliencia de tu imposibilidad verbal, de tus carnes desnudas sobre el lecho, la exhalación inquietante de tu sexo florecido, el hálito estremecedor de hembra en celo, la olorosa persistencia perfumada de tu sexo, ese olor dulce y ligeramente acre, y hundí mi nariz olfateando pervertido en tus ingles buscando el aroma de las incitantes feromonas que brotaban de tus poros sajando la noche, abriéndola como la corola de una rosa dormida, esas esencias marinas de peces atrapados, mariscos abiertos y algas enredadas en las espumas que trajo el plenilunio, suaves o intensas según sean los designios de la luna y sus lascivas provocaciones, olí extasiado la íntima mezcla de licores de tu vulva y tu vagina, copa y vertiente, esa fragancia pura y sagrada, genital, que huele a flujos, a humedad, a mujer, a ti.


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