“…lograste que te sienta hasta casi llegar un orgasmo, humedeces mis
prendas íntimas,…”
Beatrice
Tu voz, tu rostro, tus pechos
bajo la blusa, tus hermosas manos con esas sensuales uñas largas y pintadas en
rosado eterno, tu pelo suelto ensortijado, me arrastraron hacia las arenas del
insomnio, la noche se hizo larga, calurosa, llena de una excitación
incontenible y te fui soñando y me fui erectando, escondido detrás de la puerta
de tu sueño, y te espié en el silencio impúdico de tu dormitorio, sola, solo
para mí, escudriñé tu cuerpo desnudo, lo fui imaginando fragmento a fragmento,
poro a poro, con sus aromas, vellos, humedades y sabores, en caricias que te
tocan sin tocarte y besos que apenas rozan tus labios y lamidos que solo palpan
con la puntita de mi lengua tus pezones inquietantes y tu clítoris sensible, te
aceché oculto en el espejo, en los cortinajes, en los pequeños rincones donde
la luz no llega, detrás de las redomas de los perfumes que impregnan tu piel de
día y destilan mis deseos de noche, y ahí estaba tu cuerpo imaginado en
detalles escabrosos, tu cuerpo voluptuoso de hembra entera, para mi ojos y mis
deseos, para mi cuerpo de macho excitado, duro, erecto, punzante, ahí estabas
ante mí, exhibicionista y deseable porque sabías que yo te miraba furtivo
hirviendo en el fuego de tu desnudez obscena, desvergonzada, provocativa y
lujuriosa y alentaste aun más mi sórdido onanismo que presentías hasta que
sentiste en tu propio cuerpo libidinoso el estremecimiento de mi caliente y
derramada eyaculación.
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