sábado, 9 de febrero de 2013

CASTIGO

Quizá mereces un castigo por dudar de mis deseos, no de mi amor que es paloma asustada en vuelo perenne, sino de mis ansias de entrar en ti hasta el grito, el sudor, y el orgasmo. Un castigo que sonroje tus nalgas de niña mala, de hembra enviciada, de mujer sometida, un castigo por imaginarme embebido en otras miradas que he extraviado, por asumir que te escribo porque no te pienso, ni digo mis deseos porque bebo de otras aguas tibias y densas que escurren de otras flores florecidas en otros pubis. Castigo por no sentir el fuego de mi voz susurrando en tus pezones, un castigo para sodomizar tu soberbia y abrir las tranqueras a tus palabras salvajes y a tus arrullos edípicos, y para que así tu boca sorba mis sudores y mi semen mientras mamas mi verga endurecida. Quizá necesitas un castigo para que siempre sientas mi mano en tu pubis, mi dedo en tu clítoris, y allá en tus pechos mis dientes castigando tus pezones. Necesitas un sádico castigo por pensar que no te pienso. Un castigo masoquista que te lleve entre dolor y goce a los purgatorios orgásmicos donde todo vicio es castigado. Quizá requieres un escarmiento hasta que te muerdas la lengua que me lame sin saber si te castigo por sucios deseos o por desesperación de amor. Vale.


No hay comentarios: