lunes, 18 de febrero de 2013

MALDITO HANGOUT

Ardía yo incendiado por lo deseos de ti, de verte, me quemaba en la hoguera de ti, y te dije “sí amada, eso quiero siempre, penetrarte, poseerte, besarte toda una noche, porque te amo y deseo” pero el destino no quería que yo poseyera tu imagen con sus íntimos rincones, con sus palomas y sus dos soles de delicado rosa, con su nido oloroso a tu aroma de hembra mía, y el maldito hangout una y otra vez no quiso regalarme tus imagen, me negó tu piel entera, tu deliciosa e impúdica desnudez, tus ojos, tu pelo, tus manos, te negó arrastrándome al oscuro silencio de tu cuerpo, y te dije “no importa amada mía, quería verte” y tú insististe una y otra vez con la bravura del deseo, con tu perseverancia siempre vencedora, y nada, y yo ya rendido a la imposibilidad te dije “déjame besarte, acariciar tu pelo, ahora quiero besarte, llenarte de besos” pero tu seguías con tu voluntad avasallante explorando los artilugios del Google para consumar nuestros deseos de mostrarte y yo verte, y nada, y te dije “quiero a mi esclava y doncella, la que me enseño el Amar, la que es mía en cuerpo y alma, amada, déjame acariciar tiernamente tu pelo, déjame amarte con todo el Amar que guardo para ti”, pero tú luchabas contra el destino ciego y por tu palabra vino el milagro de Skype, y apareciste en su magia sonriendo, tu pelo negro en cascada y una blusa negra con lindas flores blancas que ocultaba tus senos con la fragilidad de la seda, y te vi hermosa y mía, y te desnudaste para mí sonriendo como una niña coqueta y vi tus palomas mías, tus tetes míos, tu nido mío, tus negros vellitos recortados, vi tu cuerpo desnudo para mí, expuesto a mis deseos, a mis ansias, a mis sueños, y mi miembro se elevó como un mástil dispuesto a navegar, se endureció ante tu exquisita sexualidad, y mientras mis ojos ávidos te devoraban mi mano inició el tierno ceremonial onanista, y tu reías con una ardiente complicidad, y te vestiste y te desvestiste otra vez para mí, y yo calladito desde acá besaba y lamía cada fragmento de tu lujuriosa desnudez y mi mano subía y bajaba por mi verga hasta que me llegó el destello de la eyaculación y en mi imaginación desbocada vertí el semen sobre tus piel quemándola, incendiándola con la hoguera de  mis deseos de ti.


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