Comienza el crepúsculo, se viene
grato con su brisa fresca después de un día denso, húmedo, caluroso, sentado
afuera frente al jardín, miraba las rosas y te pensaba, me preguntaba; tendrá
rosas ella?, intuirá que ahora la estoy pensando, sentirá esa leve cercanía que
intento hacerle sentir?, y de pronto allí entre los adormecidos rosales intuí a
la gata y sus zarpas, sus furia de hembra posesiva, su orgullo de mujer que se
sabe única, ah! -me dije- esas es ella!, sentí tu odio rasguñando mi espalda,
vi la rabia en tu ojos y en tu boca de besos, si! -me dije- le importo, todavía
me quiere! Y en medio de ese éxtasis solo atiné a darte un besito en el lejos
para cerrarte la boquita con mi lengua penetrante, vos sabés! Verás, no sé si las
rosas tiene dueña o no, solo sé que en ellas te veo empetelada, en diversos
tonos del rosado o del rojo, o blanca o amarilla, en ellas veo tu piel
perfumada, los pliegues íntimos de tu cuerpo, sus curvas deseadas, sus rincones
del secreto, a veces amanecen con rocío y alcanzo a tocar en ellas tus néctares
de hembra mía, en fin, estás en esas rosas y en ellas te poseo. Cual rosa – me
pregunto- será tu boca de besos míos, cuales las puntitas tiernas de tus
pechos, cual tu sexo perfumado de tu esencia de hembra mía? Es que me voy
desgranando en estas turbiedades de mis instintos por el misterio de tu rosa
envuelto en la brisa fresca del atardecer que te atestigua en los intentos de
fuga y no, en esa delicada percepción de que esta ahí entrepétalos, enredada en
los estambres, declarada en la densidad vegetal del pistilo y como una burbuja
de cristal en la copa de los sépalos, allí, allí mi voz te alcanza y conmueve,
allí mi voz se hace polen, insecto, agua y savia, allí mi voz descorre los
velos virginales de tu corola y te irrumpe incitando, descascarando,
disolviendo la vana castidad que soportas en la ansiedad de mi silencio. Allí.
Allí no hay quien porque tú reinas entre las rosas con tu rosa. Allí. Y aun te
espero emboscado oculto en ese mullido amarillo que vos sabés, enmascarado en
el vaho del espejo, secreto e intangible en el agua que recorrerá tu cuerpo
besándolo en voluptuosas cascadas y atrevidos escurrimientos, espero como un
fauno encarcelado la ninfa desprevenida, como un sátiro enviciado ansioso de
jugar en el breve bosque que lleva a tu rosa de rosados pétalos para vislumbrar
el paraíso. Allí.
martes, 12 de febrero de 2013
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