Sé que sentiste mis lamiditos por
tu cuerpo, buscando los sabores escondidos de la sal marina en sus más íntimos
rincones, en los valles y dunas, en el ombliguito y en las axilas, en la dulce
convergencia de tus muslos, en el edípico pliegue bajo tus pechos, en todos los
sitios donde estuvo ese maldito océano de olas y espumas que te poseyó entera,
no yo. Sé que sentiste mi beso mordido y furioso, como nos gustan, esos como
tus besos "mordidos, chupados, desesperados" tal como los míos,
porque así somos de sangrientos para morirnos embasados. Sé que sentiste un
lamido suavecito en el pezoncito izquierdo y supiste que era yo bebe macho
sediento y comunista. Sé que te sentiste “deseada "y" poseída por
obra y gracia de la palabra que socava tu recato, derrumba tus pudores, te
acorrala hembra contra el muro de tus escrúpulos, te violenta el verbo macho y
te seduce, te desnuda, te pene-tra, y sigues siendo virgen fiel pero pecadora
cuando tus manos resbalan por mi piel humedecida por el sudor del enero
nuestro, y me pierdes pero de vista cuando caracol me deslizo clandestino y
ansioso por debajo de tu blusa en la errancia infinita imposible de buscar tus
senos llenos y anidar entre ellos como un tigre en celo lamiendo las heridas
del desahogo, y mientras manoteas mi sombra yo manoseo tus pezones para que se
yergan como los medanos del desierto que vivo sin ti. Eso y por eso te mordería
esa colita divina como hambriento perro callejero, solo para después hacerle
cariñitos, darle besitos, lamiditos como un tierno perrito de salón, en esas
ricas curvas combas sinuosidades de mamuchi incitante, que si no fuera tan re
lejos te juro que iría a tu barrio en la orilla de río nada más que a pillarte
en la calle agarrarte por detrás y apretarme a tu colita con locura de lúdico sexópata
aunque después me encarcelen por intento de imprevista violación callejera,
porque me encantas con tu pose como desafiante, como de "aquí me tenís,
ven si te atrevís", ah! como saltaría del blanco al blanco saltándome el
negro como un alfil detrás de su Dama, como encoparía con mis manos morenas
esos pechos incitantes, como dejaría mi mano atrapada entre tus muslos, como me
emborracharía besando tu cuello hasta que cerraras los ojos y apretaras las
manos y dijeras calladita para que solo yo te escuche: "así, así morochito
mío!", sé que lo sueñas porque todo sueño debe contener su cuota de
esperanza, así como yo que creo con mi propia certeza que un día tocaré la rosa
del misterio y del deseo, la tocaré, besaré, lameré, y beberé en ella el sabor
que sueño.
martes, 12 de febrero de 2013
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