"El sexo es el consuelo, para cuando no nos
alcanza el amor". Memoria de mis Putas Tristes. Gabriel García Márquez,
2004.
Nunca te olvido,
no hay día en que no te piense y desee y te busque en los recovecos de mi
memoria. Muchas veces miro y miro tus imágenes, tu rostro, tus uñas, tu pelo,
tu senos, ese nido que he lamido y penetrado tantas veces en mis secretas
excitaciones, muchas veces escucho tu voz en el bosque, tus susurros y tus
quejidos cuando consumamos en esa clandestinidad vegetal del Amar en nuestras
carnes ardientes, y cada vez el amor-deseo surge y se enciende en una hoguera
cada vez mas alta. Y espero, busco por los días tu presencia, tu intensidad, tu
cercanía, sin perder nunca la esperanza de ti. Y recorro los senderos del
bosque husmeando los arbustos mas hirsutos buscando los rastros últimos de tu
perfume, de tu esencia de hembra esencial y necesaria, de los vestigios de tus
aromas atrapados en las espinas hirientes de mis deseos de ti, y bebo las aguas
para recuperar tus sabores más lascivos, esas intensidades de tu cuerpo, sudor,
saliva, lagrimas, los fluidos que manan de tu intimidad que no alcanzo. Me
deslizo sigiloso, fauno y lobo, por las espesuras donde deberías habitar, ninfa
y doncella, buscando las huellas de tus pies en la tierra que me den el rumbo
por donde te me perdiste, te me escapaste, huiste de mis acosos de macho
obsceno sin entender que ese hostigamiento era parte del ceremonial del Amar y
del rito del sexo impuro bajo nuestro negado plenilunio. Todas las navegaciones,
calmas o tormentosas, de altamar o costeras, me llevan a ti. Toda piel tocada o
imaginada es la tuya, o posee tu perfume o la lisura madura de tu estío o el
tacto delicado con que te voy construyendo cada mañana para hacer como que esto
no es el infierno. Y te veo como difusa o distante pero igualita a como te
recuerdo, porque a cierta edad los años pasan mas lentos, ay! como te besaría
esa boquita pintada, con que parsimonia iría desabotonando esa blusa blanca
botón a botón y después te desataría el brassiere para dejar solo ese collar de
perlas entre tus senos, y me dedicaría a besar tus pezoncitos, a acariciar y
encopar tus pechos con mis manos tiernas mientras escucho tus suspiros de
placer, tus quejiditos de goce anegada de mis besitos machos. Me embriago, otra
vez, del rocío de tu rosa distante, lo bebo como un deseado veneno escanciado
en este infierno, como un denso licor destilado en la vendimia del deseo, y
ebrio de ese néctar prohibido me sumerjo en su rosado carnal buscando sus
profundas humedades. Pero como no estás te voy besando calladito desde allí detrás
de ese arbusto donde ahora me imaginas sumergido como siempre en tu recuerdo.
Eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario