Tu mama, su pezón y su aureola,
imago que abre mis pervertidos laberintos construidos en ese limite lejano
entre la infancia y mis soledades de adolescente, te definen mujer, madre,
amiga, amante, y por tanto te declara recatada, femenina, sutil, tierna,
decididamente dulce dama de parques florecidos y lánguidos atardeceres. Allí mi
boca besa con leves besos el botoncito edípico y mis manos encopan con suavidad
de ternura la plena y dulce curvatura de la inalcanzable e intocable Yocasta.
Tu pecho, su pequeña protuberancia y su halo impúdico, trampa de ancestrales
excitaciones, causa incitante de búsquedas y ansias y deseos de mi boca
sedienta que lame y succiona en densos, erectos y húmedos sueños donde
derrotada la Esfinge de Tebas consumamos un mitológico incesto. Y serás sensual
o sexual de acuerdo con mi voz de niño o macho; obscena, lujuriosa y lubrica a
la hora del último vino, y desvergonzada, atrevida y pecadora hacia la mitad de
la noche. Tu rica teta llena, su obsceno botón durito y sensible, y su círculo
carnal que mi lengua recorre aprendiendo su textura, incestuosa imagen que mi
boca que muerde, chupa, mama con locura onanista según mis deseos más ardientes
y mis placeres más oscuros, entonces eres dueña de mis fantasías más
recurrentes y en ellas hembra voluptuosa, impúdica meretriz, perfumada
cortesana. Eres la del seno desnudo como reina egipcia, la que atrapa con la
red de su piel a la vista, la de dulce botón por besar, y soberbia soberana de
los territorios donde florece mi lascivia.
sábado, 9 de febrero de 2013
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