No en los años de sus mejores primaveras,
flor encendida en juvenil pudor, sino en este ahora, cuando sucedieron los años
en jauría y aquella vestal maduró en su dulce vendimia de hembra plena, y fue
musa barroca de desaforados textos pervertidos, fue soñada y poseída en
impúdicas palabras, pero siempre en fragmentos, en breves retazos de pequeñas
desnudeces, las manos, las uñas, los pies, los muslos, nunca en piel entera, ni
a vista viva ni reflejada en el cómplice azogue, y el poeta quiere fijarla
textual, en un profano écfrasis sobre la imagen real y total, de pelo a pies
completa, la comba de sus nalgas y los ralos vellos púbicos, la vulva lamida y
el pezón durmiente, en vivo erecto y excitado, redactar extasiado a breve
distancia sobre el cuerpo expuesto en su desnudez concreta. Sabe que serán
varias sesiones pues no será fácil escribir su desnudo sin caer en obvios erotismo
ni extremas pornografías, que serán meses de trabajo continuo e intenso,
recorriendo con detalle de joyero esos exultantes territorios de su cuerpo para
describirlos con sus pliegues y sinuosidades, sus oscuros y sus lisuras, en sus
blanduras excitantes y en sus densas humedades. Pero es un motivador desafío transcribir
las voluptuosidades de tal dama desnuda, un texto que pudieran leer hasta en
los conventos y monasterios. Sería la culminación de sus barrocos, un acto
poético, una epifanía literaria, porque no es lo mismo escribir en vivo, directamente,
sintiendo las sensaciones y las emociones bajo el hechizo de la incitación y la
urgencia de la excitación, que recordar lo ya visto e imaginar lo aun no visto.
Y deberá ser en su castillo, en su ámbito íntimo, allí donde duerme y sueña, en
su lecho de fieras, para que permanecieran para siempre en lo manuscrito su
tibieza, su sabor y su aroma.
jueves, 28 de agosto de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario