Estoy con la espalda apoyada en el respaldo
de la cama, completamente desnudo, tú al frente sentada en un pequeño taburete
con la espalda contra la pared, vestida solo con unas breves bragas blancas.
Estás abierta de piernas, y veo tu vulva a través de la tela que se ha vuelto
transparente por su lubricante humedad. Me conoces, sabes cómo me excita oírte
jadear y lo haces acompañando cada exhalación con un breve movimiento de tus
caderas. Hace calor y comienzo a sudar. Mi verga, enhiesta y dura, palpita
entre mis dedos que corren y descorren la suave piel del prepucio. Te conozco y
sé cuanto te excita escuchar mis quejidos cuando me masturbo. Te miro a los
ojos y lamo mis dedos lentamente, mojándolos con saliva. Unto la cabeza de mi
miembro con una pátina de baba, escupo suavemente encima del glande brillante y
tenso. La saliva resbala por el tronco del pene, siguiendo el recorrido de las
venas, hinchadas y muy marcadas, hasta llegar a su hirsuta base y escurrir
entre los vellos ensortijados. En seguida la empuño y comienzo a masturbarme
lentamente, procurando que la saliva chapotee lo máximo posible para que puedas
escucharlo. Cada vez que mis dedos rozan la corona del glande dejo escapar un
breve jadeo. Te miro pasando mi lengua por mis labios entreabiertos. Con la
palma de tu mano te estas masajeando por encima de las bragas, justo sobre el
bulto de tu Monte de Venus. Sabes cuanto me excita que hagas eso. Jadeo con más
fuerza y aprieto mi falo, para que su cabeza se hinche y enrojezca. Tus ojos
están fijos en mi erección. Escupo un salivazo en mi mano y me masturbo con más
ganas. Tu respiración se acelera, jadeas más fuerte, tu espalda se arquea
contra la pared, te has metido una mano bajo las bragas para frotarte el
capuchón de piel que cubre tu clítoris. Estarías más cómoda sin las bragas,
pero las llevas puestas porque yo te lo he pedido y satisfacerme en ese pequeño
detalle en contra de tus propios deseos, te excita aún más. Deseas liberarte de
la tela, arrancarla y despojarte de las bragas para restregarte la vulva a
placer, meterte los dedos bien adentro sin que te estorbe el incómodo elástico
que aprieta tus caderas, pero sabes que estoy excitado al máximo, gozando al
ver que estas cumpliendo mi pequeño deseo. Jadeas más fuerte. Tus labios
vaginales exudan jugos que empapan tus dedos y los recoges bajo tus bragas para
embadurnar la piel que rodea el clítoris. Tu vulva arde y palpita entre tus
piernas mientras intentas acompasar el ritmo de tus dedos con el sonido de mi
masturbación. A veces se te escapa un breve quejido. Lo escucho y mi mano se
acelera. Te conozco. Te he visto masturbarte muchas veces delante de mí y te he
masturbado tantas veces que sé en que estado te encuentras. Sé que cuando estás
tan caliente el jugo de tu sexo desprende diminutas burbujitas. Que la entrada
a tu vagina se dilata, que la vulva se hincha y se enrojece. Agarro mi verga
por la base y me golpeo con fuerza el vientre con ella para que escuches el
sonido que hace contra mi cuerpo, golpeteándola muy rápido como el aspaviento
del macho orgulloso de su pene. En seguida tu espalda se arquea al ritmo de tu
mano, tus caderas se agitan y tus muslos se abren y cierran. Quieres más. No te
quitas las bragas, pero tiras de ellas a tope a punto de rasgarlas para dejar
al descubierto toda tu vulva. Te escupes en la mano y mezclas las babas que
segrega tu sexo con las de tu boca. Te metes dos dedos en el interior de tu
vagina, dejando que la palma de la mano te roce la capucha del clítoris en cada
embestida. Lo haces muy fuerte, para que escuche el sonido de ese chapoteo
excitante. Lo escucho y un jadeo ronco se escapa de mi garganta. Te levantas
del taburete y te quedas de pie frente a mí con una mano pellizcas tus pezones
mientras jadeas, los dedos de la otra no dejan de frotar tu vulva. Nuestros
gemidos se confunden. Del agujero del glande comienza a brotar líquido
preseminal que escurre por mi mano mezclándose con el sudor que mi cuerpo ha
dejado en ella. Recito tu nombre una y otra vez, gimiendo y jadeando entre
dientes. Estás de pie, la cara arrebolada, los ojos sobre los míos. Jadeando.
Tu mano metida debajo de las bragas y veo como se mueve al ritmo de tu
respiración. De pronto gritas y comienzas a orgasmar en un espasmo que recorre
todo tu cuerpo. Aprieto mi verga y acelero la masturbación al máximo, un chorro
de semen salta y cae sobre las sábanas y sobre mi mano, escurre denso y lento,
viene otro chijete y otro más, tu cuerpo se estremece ante la visión de mi
abundante eyaculación, te acercas aun congestionada por el goce y untas un dedo
en el semen caliente, lo llevas a tu boca y lo chupas mirándome fijamente, tu
otra mano aun está sobre tu vulva, aunque quieta, como ocultándola avergonzada.
Te recuestas muy apegada a mí, nos besamos exhaustos y nos quedamos abrazados
en medio de la tarde calurosa.
miércoles, 13 de agosto de 2014
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