miércoles, 13 de agosto de 2014

CONFRONTACION (Palimpsesto)


Estoy con la espalda apoyada en el respaldo de la cama, completamente desnudo, tú al frente sentada en un pequeño taburete con la espalda contra la pared, vestida solo con unas breves bragas blancas. Estás abierta de piernas, y veo tu vulva a través de la tela que se ha vuelto transparente por su lubricante humedad. Me conoces, sabes cómo me excita oírte jadear y lo haces acompañando cada exhalación con un breve movimiento de tus caderas. Hace calor y comienzo a sudar. Mi verga, enhiesta y dura, palpita entre mis dedos que corren y descorren la suave piel del prepucio. Te conozco y sé cuanto te excita escuchar mis quejidos cuando me masturbo. Te miro a los ojos y lamo mis dedos lentamente, mojándolos con saliva. Unto la cabeza de mi miembro con una pátina de baba, escupo suavemente encima del glande brillante y tenso. La saliva resbala por el tronco del pene, siguiendo el recorrido de las venas, hinchadas y muy marcadas, hasta llegar a su hirsuta base y escurrir entre los vellos ensortijados. En seguida la empuño y comienzo a masturbarme lentamente, procurando que la saliva chapotee lo máximo posible para que puedas escucharlo. Cada vez que mis dedos rozan la corona del glande dejo escapar un breve jadeo. Te miro pasando mi lengua por mis labios entreabiertos. Con la palma de tu mano te estas masajeando por encima de las bragas, justo sobre el bulto de tu Monte de Venus. Sabes cuanto me excita que hagas eso. Jadeo con más fuerza y aprieto mi falo, para que su cabeza se hinche y enrojezca. Tus ojos están fijos en mi erección. Escupo un salivazo en mi mano y me masturbo con más ganas. Tu respiración se acelera, jadeas más fuerte, tu espalda se arquea contra la pared, te has metido una mano bajo las bragas para frotarte el capuchón de piel que cubre tu clítoris. Estarías más cómoda sin las bragas, pero las llevas puestas porque yo te lo he pedido y satisfacerme en ese pequeño detalle en contra de tus propios deseos, te excita aún más. Deseas liberarte de la tela, arrancarla y despojarte de las bragas para restregarte la vulva a placer, meterte los dedos bien adentro sin que te estorbe el incómodo elástico que aprieta tus caderas, pero sabes que estoy excitado al máximo, gozando al ver que estas cumpliendo mi pequeño deseo. Jadeas más fuerte. Tus labios vaginales exudan jugos que empapan tus dedos y los recoges bajo tus bragas para embadurnar la piel que rodea el clítoris. Tu vulva arde y palpita entre tus piernas mientras intentas acompasar el ritmo de tus dedos con el sonido de mi masturbación. A veces se te escapa un breve quejido. Lo escucho y mi mano se acelera. Te conozco. Te he visto masturbarte muchas veces delante de mí y te he masturbado tantas veces que sé en que estado te encuentras. Sé que cuando estás tan caliente el jugo de tu sexo desprende diminutas burbujitas. Que la entrada a tu vagina se dilata, que la vulva se hincha y se enrojece. Agarro mi verga por la base y me golpeo con fuerza el vientre con ella para que escuches el sonido que hace contra mi cuerpo, golpeteándola muy rápido como el aspaviento del macho orgulloso de su pene. En seguida tu espalda se arquea al ritmo de tu mano, tus caderas se agitan y tus muslos se abren y cierran. Quieres más. No te quitas las bragas, pero tiras de ellas a tope a punto de rasgarlas para dejar al descubierto toda tu vulva. Te escupes en la mano y mezclas las babas que segrega tu sexo con las de tu boca. Te metes dos dedos en el interior de tu vagina, dejando que la palma de la mano te roce la capucha del clítoris en cada embestida. Lo haces muy fuerte, para que escuche el sonido de ese chapoteo excitante. Lo escucho y un jadeo ronco se escapa de mi garganta. Te levantas del taburete y te quedas de pie frente a mí con una mano pellizcas tus pezones mientras jadeas, los dedos de la otra no dejan de frotar tu vulva. Nuestros gemidos se confunden. Del agujero del glande comienza a brotar líquido preseminal que escurre por mi mano mezclándose con el sudor que mi cuerpo ha dejado en ella. Recito tu nombre una y otra vez, gimiendo y jadeando entre dientes. Estás de pie, la cara arrebolada, los ojos sobre los míos. Jadeando. Tu mano metida debajo de las bragas y veo como se mueve al ritmo de tu respiración. De pronto gritas y comienzas a orgasmar en un espasmo que recorre todo tu cuerpo. Aprieto mi verga y acelero la masturbación al máximo, un chorro de semen salta y cae sobre las sábanas y sobre mi mano, escurre denso y lento, viene otro chijete y otro más, tu cuerpo se estremece ante la visión de mi abundante eyaculación, te acercas aun congestionada por el goce y untas un dedo en el semen caliente, lo llevas a tu boca y lo chupas mirándome fijamente, tu otra mano aun está sobre tu vulva, aunque quieta, como ocultándola avergonzada. Te recuestas muy apegada a mí, nos besamos exhaustos y nos quedamos abrazados en medio de la tarde calurosa.


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