Pasaría toda una noche aferrado a ese pezón,
mamando, succionando, como un bebé hambriento de tu sensualidad y tus deseos,
gozando extasiado de su breve protuberancia, de la tibia rugosidad de su
aureola, deslumbrado por la dulce palidez de tu seno, por el mullido y suave
encanto de su blandura voluptuosa. La noche entera acariciando tu piel con mis
manos de naufrago desolado, sintiendo en mi cuerpo los diez buriles de tus uñas
decoradas escribiendo los paralelos textos de nuestras lujurias, entibiando con
mi piel los fríos metales circulares de tus anillos, oliendo enviciado el
íntimo aroma de tu axila y el aroma entero del perfume de tu cuerpo en el
esponjoso rojo amaranto de tu toalla, envidiando su roce en tus glúteos, en tus
muslos, en tus piernas, en tu espalda, en tus hombros, su intensidad secante
enjugando el agua y los licores en tu vulva recién despierta, deslizándose
inserta en tu flor del sur comenzando a florecer en tu lejana madrugada. A lo
largo de la noche te iría besando a lo largo de tu cuerpo desnudo sobre el
lecho sus lúbricas sinuosidades, sus dunas y valles, sus rincones y pliegues,
tus brazos y tus manos, tus pies serían lamidos en un excitante rito
fetichista, cada uno de sus deditos sería reconocido por mis labios y embebido
con mi saliva, buscaría el capullo de tu clítoris con la yema urgente de mi
dedo para despertarlo con una delicada masturbación, para urgirlo después con
la punta de mi lengua voraz y desatar tus ansias en una sinfonía final de
quejidos y estremecimientos.
viernes, 29 de agosto de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario