Me masturbo recordando tu tímido
escote en nuestro primer encuentro, con la misma ansiedad que descubriste en
mis ojos desvergonzados. Me masturbo recordando la timidez de tu seno y su
pezón dormido, su protuberancia edípica, su soberana densidad carnal, su
misteriosa insensibilidad que no desata en ti turbaciones ni suspiros. Me
masturbo recordando tus muslos pálidos con sus manchitas insertas en sus
constelaciones de un erótico zodiaco donde estaba señalado el principio de las
caricias que sobre ellas sobrevendrían, y el torpe final inentendible que las
dejo titilando tristes en la noche del inconsumado deseo. Me masturbo
recordando tu vientre y tu pubis de ralos vellos, su tibia consistencia de
lujurias contenidas, de soledad malvenida, su desierto con las húmedas huellas
de caracol que dejo mi saliva mientras buscaba el surco cauce vértice y vórtice
donde sumergirme y gozar. Me masturbo recordando la sensación de mi dedo en tu
clítoris, su protuberancia tierna, su íntima densidad carnal, su delicada
sensibilidad que desataba en ti estremecimientos y quejidos. Me masturbo recordando mi lengua a
lo largo y vertical por tu vulva sorbiendo los jugos de tu excitación, su sabor
viscoso, su vertiginosa absorción, su solemne incitación al descaro y al
desacato. Me masturbo recordando las tardes mullidas y los altos crepúsculos y
las voraces noches entrantes en que se desbordaban nuestros ríos y nuestras
fieras salían de sus madrigueras hambrientas de túrgidas carnes y sedientas de
licores seminales y vaginales. Solo después de la gozosa eyaculación los
recuerdos elementales de tu imagen se van diluyendo en esta mísera y burda
realidad.
viernes, 22 de agosto de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario