Me niegas el rito de tu ducha, el agua tibia
escurriendo acariciando fluyendo por tu cuerpo desnudo en su plenitud
voluptuosa, me niegas esconderme en el espejo, ocultos mis ojos pervertidos
detrás del vaho del vapor que despidió tu ardiente piel deseada, de inmiscuirme
en la mullida toalla para secar tu pezón dormido, las manchitas tenues de tus
muslos, las combas apetitosas de tus glúteos tensos y ampulosos, cada uno de
los pétalos de tu vulva florecida en sus pudorosas lujurias ansiosas. Me niegas
ser invasivo y lúbrico sobre las dunas, valles y cauces de tu íntima geografía,
en tus axilas y entre los dedos de tus pies, no me dejas beber el agua dulce
que escurre desde tu sexo empapado ni sorber del cuenco de tu ombligo el
brebaje caliente que se vierte desde tus deseos, ni la cálida lluvia que
destilan tus sexuales oquedades carnales. Me prohíbes acceder al ceremonial de
tus manos enjabonando las sensuales sinuosidades de tu cuerpo con pecadoras
insistencias, explorando las húmedas fisuras por donde crecen los musgos de las
solitarias masturbaciones, los turbios pliegues de tu carne excitada, las
voracidades inevitables de tus obscenos manoseos buscando el goce onanista que
brota de entre tus dedos. Me privas de urdir una trama voyerista sobre tu
desnudez expuesta, de verte desde todos los ángulos posibles, desde atrás y de
frente, agachada o en escorzo, y consumar tu secreto exhibicionismo con mi mano
en mi verga masturbándola para tu mayor gloria de hembra seducida o
coqueteando. Me niegas dejar en tu cercanía los pequeños y tibios charcos de mi
semen estrujado hasta la última densa y lechosa gota como un depravado homenaje
a la recatada virgen del placer truncado.
miércoles, 13 de agosto de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario