miércoles, 13 de agosto de 2014

MUSA EGOISTA


Me niegas el rito de tu ducha, el agua tibia escurriendo acariciando fluyendo por tu cuerpo desnudo en su plenitud voluptuosa, me niegas esconderme en el espejo, ocultos mis ojos pervertidos detrás del vaho del vapor que despidió tu ardiente piel deseada, de inmiscuirme en la mullida toalla para secar tu pezón dormido, las manchitas tenues de tus muslos, las combas apetitosas de tus glúteos tensos y ampulosos, cada uno de los pétalos de tu vulva florecida en sus pudorosas lujurias ansiosas. Me niegas ser invasivo y lúbrico sobre las dunas, valles y cauces de tu íntima geografía, en tus axilas y entre los dedos de tus pies, no me dejas beber el agua dulce que escurre desde tu sexo empapado ni sorber del cuenco de tu ombligo el brebaje caliente que se vierte desde tus deseos, ni la cálida lluvia que destilan tus sexuales oquedades carnales. Me prohíbes acceder al ceremonial de tus manos enjabonando las sensuales sinuosidades de tu cuerpo con pecadoras insistencias, explorando las húmedas fisuras por donde crecen los musgos de las solitarias masturbaciones, los turbios pliegues de tu carne excitada, las voracidades inevitables de tus obscenos manoseos buscando el goce onanista que brota de entre tus dedos. Me privas de urdir una trama voyerista sobre tu desnudez expuesta, de verte desde todos los ángulos posibles, desde atrás y de frente, agachada o en escorzo, y consumar tu secreto exhibicionismo con mi mano en mi verga masturbándola para tu mayor gloria de hembra seducida o coqueteando. Me niegas dejar en tu cercanía los pequeños y tibios charcos de mi semen estrujado hasta la última densa y lechosa gota como un depravado homenaje a la recatada virgen del placer truncado.


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